Sr. Director:
Andan algunos intentando copar la COPE y derribarla. Lógico. Es la pieza más codiciada del bosque mediático.

 

Y también la más fácil de abatir por su debilitamiento económico. Pero los depredadores tampoco están muy sobrados de fuerzas. Les falta músculo financiero. Días atrás, un obispo ribereño o rivereño, pues caben las dos acepciones, me decía que merodea por ahí un tiburón que quiere zamparse a la COPE. El prelado me manifestaba su extrañeza pues el pez chico, por muy tiburón que sea, nunca se come al grande.

Tal vez el destino de la COPE sea continuar su singladura en solitario. Alejarse de especies hostiles que pretenden adherirse a ella como una rémora. Buscar aguas no contaminadas para no enturbiar su ideario, auténtica seña de identidad, y reponer sus fuerzas alimentándose de contenidos originales que nadie frecuenta a causa del empacho de las omnipresentes y tediosas tertulias sobre política de menor cuantía, política del menudeo, ese cortoplacismo tan español. Y, por supuesto, la COPE haría bien en propagar la acción social de la Iglesia católica. En tiempos arduos como los actuales resulta una prioridad dar a conocer la ingente y bienhechora misión social que cumple la Iglesia en favor de los necesitados, marginados, débiles y enfermos. Menos obsesión por la política minúscula y más conciencia social. Quizás así se sintonice más y mejor con los jóvenes de hoy, ¿una generación perdida? Benedicto XVI enseña lo que es una interesante y atractiva parrilla de programación en su Encíclica Caritas in veritate.

Y quizás durante esta travesía restauradora es cuando la COPE podría buscar algún que otro compañero de viaje, como la cátedra, el libro o el arte, ya sea en clase preferente o en turista. Un proyecto así puede que llegue a buen puerto. O puede que naufrague; pero en este caso no habrá sido reeditando una pérdida tan vergonzosa como la de aquél diario Ya. Claro que, en caso de feliz travesía, a más de un tiburón le daría un síncope al quedarse sin COPE.

Bienvenido del Campo