Sr. Director:

Oí con mucho interés la entrevista que realizó Iñaki Gabilondo al Presidente del Gobierno, en la que éste manifestó que el castellano y el catalán conviven de modo ejemplar.

Debo decirle que he vivido en Barcelona 13 años y que esa declaración no se ajusta a la verdad. He vivido en Barcelona los años 1979, 80, 81, 85, 86, 89 y 90-97 y continúo yendo más de 10 veces al año. Es evidente que la presión sobre el castellano y sobre los que hablamos preferentemente castellano (promovida desde el poder político y desde organismos culturales afines) ha ido creciendo paulatinamente hasta llegar a ser asfixiante.

En 1997, cuando mi hija mayor debía comenzar el colegio, decidí marcharme de Cataluña (y tuve la suerte de poder encontrar un trabajo en Madrid) por varios motivos:

1. Para que mis hijos pudieran aprender bien castellano. No encontré en Barcelona ningún colegio de precio asequible que garantizara eso para mis hijos.

2. Para que mis hijos recibieran una formación histórica razonable y no sesgada, como la que estaban recibiendo los hijos de mis amigos.

3. Para que mis hijos crecieran en un ambiente abierto y no en uno victimista

4. Porque yo me sentía cada vez menos libre y más acogotado por lo catalanamente correcto.

5. Porque mis oportunidades profesionales, no siendo yo catalán, estaban más restringidas en Cataluña que en el resto de España.

Debo decirle que tengo muchos amigos catalanes y que me encanta Cataluña. Pero el ambiente creado por los políticos catalanes me impulsó a irme.

Pablo Fernández

pablo999@terra.es