Es el nuevo objetivo de la progresía, ahora desde el Consejo de Europa: terminar con la objeción de conciencia. En la mañana del viernes, en Madrid, el candidato socialista Tomás Gómez aseguraba que cuando uno actúa en conciencia nunca se equivoca.

Naturalmente existe la conciencia errónea, pero tiene razón este socialista que al menos cree en lo que dice: si actúas en conciencia puedes equivocarte pero nadie te puede acusar. El juicio moral se distingue del legal precisamente en eso: cuando se trata de moral, la ignorancia de la ley -salvo que sea por dolo o desidia- sí excusa de su cumplimiento.

De aquí nos vamos al empeño de la progresía en terminar con la objeción de conciencia. En pocas palabras, lo que sorprende es obligar a quien cree en la vida a abortar, eutanasiar o a quien cree en la familia a casar gays. Por ejemplo, una socialista progre, como la adversaria de Tomás Gómez, Trinidad Jiménez, no sólo se dedicaba a oficiar homomonios -en el fondo, Trini siempre quiso ser obispa- sino que se ha cargado la objeción de conciencia de los farmacéuticos a costa de obligarles a repartir la Píldora del Día Después (PDD), claramente abortiva.  Por cierto, se están forrando: toda una generación de adolescentes tendrá sobre su conciencia, toda su vida, la posibilidad de haber matado a sus hijos con la PDD de los laboratorios Bayer y Chiesi... que se forran aún más que los farmacéuticos con la gran matanza.

Pues bien, el objetivo del Nuevo Orden Mundial, en todas las instancias internacionales consiste en eso: en cargarse la objeción de conciencia. E insisto: la objeción de conciencia no es un derecho, sino todos los derechos en sus puntos de prueba. Sin objeción de conciencia, simplemente no hay derechos humanos. ¿Te enteras, Trini?

Eulogio López

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