Para saber lo que ocurre en España basta con poner un ejemplo: municipio valenciano de Carcaixent, 21.000 habitantes, preferentemente agrícola. Pues bien, el ayuntamiento posee cinco dependencias distintas (sí, ya sé que, si son cinco, son distintas, pero es que estoy muy impresionado), contando con que el despacho de la alcaldesa (PP) está situado en un edificio histórico.

No hay turistas en Carcaixent pero el ayuntamiento tiene una oficina de turismo, con personal especializado, folletos en cuché y siga usted contando.

También cuenta con una impresionante Delegación de Deportes donde podría jugarse algún partido de futbito. No lo necesitan para tal función, dado que el pueblo cuenta con un polideportivo cubierto que cierra en agosto. Quizás por eso, porque es cubierto y no consciente que se crea corriente con las puertas abiertas.

Hasta aquí, la España real. 

La reforma laboral parece cantada pero hay que insistir en que, con ser importante, el capítulo de reconversiones urgentes no termina ahí. Lo que el Fondo Monetario Internacional está exigiendo es, además del despido libre -qué curioso, los del FMI nunca exigen salarios dignos-, un adelgazamiento del Estado.

En España, con la Constitución en la mano, eso sólo puede hacerse si los 17 presidentes autonómicos, así como los alcaldes, pero sobre todo los primeros, están dispuestos a adelgazar sus estructuras.

Sólo he tenido una experiencia en el sector público, que duró 35 días. Cuando llegué, con ansias renovadoras, por supuesto, un veterano de la Administración pública me aconsejó: Tu poder equivale al número de funcionarios que tengas a tu servicio. Este modelo, tan poco modélico, es el que impera en la Administración pública: más funcionarios, más competencias, más dinero, más poder. Pues bien, de la misma forma que las cortes franquistas se hicieron el harakiri para dar paso a la democracia, cuando aprobaron la ley de Reforma Política, ahora las comunidades autónomas y la clase política entera, deberían hacerse el harakiri para salvar la economía española. Tienen que mutilarse, es decir, perder poder, dinero, competencias y funcionarios. Como hoy recuerda el diario Expansión, "España se acuesta con 158 funcionarios y empleados públicos más cada día".

Esta reforma es más importante que la laboral y casi tan importante como la reforma financiera que, como ya he dicho en alguna ocasión, no consiste en salvar bancos sino en dejarlos caer. Es decir, la mejor reforma financiera, como la mejor ley de prensa, es la que no existe. Necesitamos barones autonómicos suicidas. No sé si los vamos a encontrar.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com