El mayor ataque a la dignidad humana. Así titula Eugenio Nasarre su artículo sobre la Ley de Reproducción Asistida, publicado el jueves 20 en el semanario religioso Alfa y Omega, editado pro el Arzobispado de Madrid y distribuido con el diario ABC. Nasarre fue el único diputado, del Grupo Popular, que votó en contra de la totalidad de la ley, no de algunos aspectos parciales, lo que le ha acarreado la correspondiente sanción de su grupo parlamentario por romper la disciplina de voto. Un aplauso para él y para sus redaños, hasta nos duelan las palmas.

Como es diputado, Y no, por ejemplo, periodista, Nasarre emplea una fórmula fina y elegante: dignidad humana. Como yo soy periodista y poco elegante, he decidido trocar los espléndidos términos en los que se expresa Nasarre: no es un ataque contra la dignidad humana sino contra el hombre: es la aniquilación del hombre, la conversión de los seres humanos nacientes, los más indefensos, los más inocentes, en cobayas de laboratorio. Con la ley nazi del Gobierno Zapatero, y de la ministra de Sanidad, Elena Salgado, se ha llegado a la abolición del hombre, al suicidio colectivo, a la civilización de los hombres cobaya, un racismo que no discrimina que no asesina- según el color de la piel sino según el tamaño de la criatura. Mucho peor que la esclavitud, dado que el esclavo al menos mantenía la vida. Nunca como con la fecundación asistida, clonación y otras manipulaciones del ser humano se ha hecho realidad aquello de seréis como dioses, con unos políticos y científicos decidiendo quién tiene derecho a vivir y quien está condenado al matadero.

Sin duda, la ley más salvaje, más totalitaria, más homicida, no de la historia democrática, ni del último siglo, sino de toda la historia de España. Reto a cualquiera a que ponga sobre la mesa un precedente tan salvaje. Es la obra cumbre de ese majadero insigne, ese bobo solemne, ese miserable de sonrisa eléctrica, que habita en Moncloa, con la connivencia necesaria de un personaje amargado como es la ministra de sanidad, Elena Salgado. ¿Adjetivos demasiados fuertes? No, hombre no. Lo fuerte es la ley, porque, como afirma Nasarre, ya no se pone ningún límite a la producción de embriones que quedan a disposición de cualquier tipo de investigación. Ninguno. Somos los más progresistas, esto es, los más nazis. Me quedo corto : los chicos de Hitler no pudieron llegar tan lejos por la sencilla razón de que sus conocimientos técnicos eran mucho más limitados. Sus herederos actuales, por el contrario, pueden permitirse muchas más bestialidades.

Pues bien, uno solo, sólo uno, de los diputados se opuso a norma tan espantosa: Eugenio Nasarre. Dios ama al embrión, resume Benedicto XVI, fundiendo todos los equívocos, todos los pactos, todas las cesiones, de algunos cristianos abotargados, bobalicones o simplemente cobardes. Y el gesto de Nasarre tiene más valor si se considera que se ha enfrentado, no sólo al reto de la Cámara sino incluso a su propio partido. No lo olvidemos, fue el Partido Popular, y otra hipócrita grandiosa, la ex ministra de sanidad del Gobierno Aznar, señora Ana Pastor, quien abrió la primera puerta un 25 de julio de 2003 para la utilización de los embriones sobrantes producto de la fecundación artificial. Aznar abrió la puerta, Zapatero todas las puerta y todas las ventanas. Vamos a coger una neumonía de crueldad y de cobardía.

Si esta es la proporción de valientes, entonces no queda otro remedio que resignarse: habrá que pelear desde las trincheras. Lo que sea, con tal de terminar con la civilización de los hombres-cobaya, la humanidad silenciosa condenada al matadero por la sencilla razón de que algunos de sus mayores quieren jugar a ser dios.

Eulogio López