Sr. Director:
Una de las cosas que más sorprenden en esta época es la manipulación de la mentira en cuanto a lo que la ciencia denuncia sobre la existencia necesaria del Ser Supremo o Dios, así como la supuesta incongruencia de la ciencia con la fe religiosa.

 

Existe una deshonestidad apabullante, que desgraciadamente es la que guía el pensamiento de las masas, que al desconocer en absoluto la realidad científica, se guían por los programas pseudo -eruditos de 'Discovery', 'National Geographic' u otros tantos, asequibles por cable en todo el mundo, que, o bien silencian radicalmente todo lo que los grandes sabios descubren sobre la evidencia de que Dios existe, o bien se solazan en presentar sólo a científicos cerrados como Carl Sagan q.p.d., Richard Dawkins, David Attenborough, Stephen Hawking cuyo cerebro  funciona maravillosamente en ciertos cálculos físicos, pero es obtuso a conclusiones lógicas que no logra discernir a través de sus deformados descubrimientos.

La labor que desempeñan grandes sabios como Allan Sandage, Francis Collins, Stephen Meyer,  Michael Denton, Michael Behe, Raúl O. Leguizamón, William Demsky o el gran apologeta Jorge Loring S.J., de hacer conocer la verdad, se opaca y encubre en todo lo posible por un sistema mediático al cual sólo le interesa que se conozcan un universo caótico, un hombre simiano, una mujer con derecho a matar a sus hijos, sin moral y sin pudor y una juventud desquiciada por el sexo y las drogas. Incluso una niñez adelantada a su edad, sin inocencia y proclive al vicio y a la degradación.

En ese medio tan profundamente debilitado, el público no tiene más visión que la de la mentira, el encubrimiento y la depauperación consiguiente de la moral en tanto a  la fe religiosa se sigue presentando tendenciosamente como producto del fanatismo o la ignorancia.

Nadie parece percibir las infinitas posibilidades de electrones y fotones que permiten existan esas redes que nos dan acceso a tanta maravilla en la comunicación satelital, que nadie podría explicar porqué sean así, sino por obra de un Ser Supremo.

Nadie tampoco medita como en unas milimicras está codificada la existencia de cada uno de nosotros. Se habla del ADN  como un portento del conocimiento humano, mas no se advierte que el ADN contiene información increíblemente digitalizada  que nos fabrica físicamente a nosotros y  es fuente de toda la diversidad biológica, que ninguna evolución ciega pudo producir, sino sólo la mente infinita de Dios. (Stephen Meyer: ADN: Signature in the Cell).

Y es que se suelen confundir, quizá a propósito, dos interrogantes muy distintas.

a) La primera es que al no explicarse la materia a sí misma no queda más remedio que conceptuarla como obra de Dios, o sea, obra de un ser omnisciente e infinitamente previsor y diseñador.

b) Pero la segunda, es que ello no conlleva también  la explicación del misterio de lo que es Dios. Nadie, ni el más grande teólogo del mundo, puede entender cómo pueda existir desde siempre un Ser tan portentoso, mucho menos, la ciencia empírica. Esto sólo el mismo Dios lo puede intelegir y revelar por medio de la religión verdadera.

Pero al no poderse hacer esto empíricamente  queda el pretexto siempre utilizado por los ateos y aún algunos dogmáticos, de amalgamar ambas interrogantes negando que exista nada que podamos llamar Dios, o por lo menos, como arguyen los segundos, que creer en Dios es cosa que se limita solamente a la fe.

¿Que a través de la ciencia descubrimos palpablemente que hay Dios?

Desde luego que sí.

¿Que a través de la ciencia podemos entender que es Dios?
 No.

Y es aquí donde el ateo se para de uñas y nos dice a los creyentes: "Dios es inexplicable, por lo tanto, no existe."

Pero si esto fuera así nada existiría. No hay sabio en el mundo que pueda explicar porqué existe un sólo átomo, o el porqué de la dinámica y las velocidades increíbles de las partículas subatómicas, el porqué de la velocidad de la luz, el porqué del "big bang". El porqué de la naturaleza viva, etc., etc La ciencia sabe qués, los porqués trata de encontrarlos la filosofía y no los encuentra nunca, si prescinde -ahora sí- de la fe.

La Religión nos da respuestas de las que la mala ciencia se ríe, cuando son de Revelación Divina.

El testimonio que tenemos de que la Revelación Divina es legítima son los milagros.

Por ello, en la Sábana Santa, en las curaciones inexplicables de Lourdes, en el Ayate Guadalupano, o en la  incorrupción de los cadáveres de muchos santos o en los milagros eucarísticos comprobados encontramos el testimonio de que la Revelación Divina no miente, aparte de que el testimonio de las realidades científicas tampoco miente.

Basta indagar en todo el arsenal de datos de laboratorio de firmas autentificadas de sabios, como en el Comité de Constancias Médicas de Lourdes, en documentos notariados con firmas de innumerables testigos, como el caso del labriego Pellicer,  de Calanda, que recuperó una pierna entera años después de que le fue arrancada por un carromato, por petición que hizo a Nuestra Señora del Pilar y que conserva el Ayuntamiento de Zaragoza España, los comprobantes químicos de la conservación de sangre y músculo cardiaco de la Hostia de Lanciano, etc. etc. para citar unos pocos de los miles de casos de prodigios que son la obra del Dios que se revela a sí mismo en la Sagrada Escritura y la Tradición Cristiana...

Todo esto compagina y complementa lo que la física la cosmología, la matemática y la biología molecular nos evidencian sobre la existencia de un Ser Supremo, un Diseñador Universal de infinito inconmensurable poder e inteligencia.

Por todas estas consideraciones se podrá juzgar que no tiene validez sostener nunca que existe conflicto alguno entre ciencia y fe.

Alberto Sáenz Enríquez