Daba por finalizado Vladimir Putin (en la imagen junto a Obama) su exhibición de fuerza en Crimea contra Ucrania. Renunciaba a invadir Ucrania aunque, naturalmente, lavándose la cara: a no ser que se atentara contra ciudadanos rusos y el presidente legal, su aliado, el depuesto Yanukovick, así lo pidiera. No era todo pero era mucho. De hecho, la figura más buitresca del mundo actual, los intermediarios financieros, que durante la jornada bursátil del lunes se habían apresurado a vender, volvieron a comprar y los índices bursátiles presionaban de nuevo al alza. Incluida la bolsa rusa, que también existe, oiga.

No, insisto en que no es importante que la bolsa suba o baje. Lo importante es evitar una guerra en Ucrania, pero resulta significativo.

Pues bien, en lugar de tenderle un puente de plata al enemigo que huye, el presidente norteamericano, Barack Obama, manifestaba toda su arrogancia. Incluso con ironías, no especialmente profundas, sobre los abogados que asesoran a Putin.

A ver si nos entendemos: el presidente ruso se ha vuelto a pesar de rosca desplegando sus tropas en Crimea. Pero tiene sus razones e incluso tiene su razón, porque toda insurrección tan violenta como la de Kiev puede provocar ilegalidades de todo tipo e incluso el peligro de que aparezcan, como han aparecido, grupos armados de tendencias nacionalistas. Y todos sabemos lo que eso significa. Personalmente, no me han gustado los líderes de la insurrección ucraniana.

Por tanto, la actitud de Obama hubiera sido la contraria. Tender la mano al contrario en cuanto el contrario dejara de amenazar. El carácter chulesco de Obama retrasa la salida de la crisis.  

Ucrania es un país dividido entre la población de origen ruso e incluso más: entre los nostálgicos de la antigua calma soviética. Calma totalitaria e insufrible, ciertamente pero, para muchos ucranianos, un oasis de paz frente a los actuales tiempos convulsos. Si Estados Unidos y Europa quieren ayudar deberían ayudar a Ucrania y tender la mano a Moscú. Ambas cosas.

Obama acusó en su día a Vladimir Putin de seguir viviendo en la Guerra Fría pero corremos el riesgo de volver a aquel triste periodo de guerra fría global y conflictos bélicos regionales de lo más calientes.

Y lo más importante: ahora, ¿quién va a ayudar a los ucranianos y con qué generosidad Porque la actual política europea que encabeza Alemania no concibe Europa como una sociedad de mutuo auxilio y solidaridad. No, aparcados los principios cristianos de Europa, el ingreso en la Unión es una carrera de obstáculos. Incluso en el interior de la Europa de los 28, el que se quede rezagado no recibe ayuda. En tal caso, recibe un carísimo rescate de Bruselas que aun le hunde más en el fango. En esa carrera, sin muletas, los ucranianos acabarían peor de lo que ahora están.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com