A estas alturas caben ya pocas dudas: el lobby gay, no el conjunto de personas con tendencias homosexuales, a los que sólo cabe ayudar, sino los homosexuales orgullosos de serlo, aquellos que se inventaron el orgullo gay, son unos miserables dispuestos, no ya a confundir sus marranadas con derechos constitucionales, sino a implantar la dictadura rosa. Y así, democracias como el Reino Unido están dispuestas a poner una mordaza a todo aquel, especialmente si es cristiano, que se atreva a confrontar, no a los homosexuales, pobrecillos, sino la homosexualidad, es decir, a la revolución marrón.

Los objetivos de la brown revolution son dos: acabar con la libertad religiosa, para ser más exactos, con la libertad de los católicos a expresar lo que piensan, y en segundo lugar implantar su fobia a la vida. O sea, en primer lugar, terminar con la Iglesia; en segundo lugar, terminar con la raza humana.

Naturalmente, no todos los homosexuales tienen tan mala crianza: sólo sus líderes. Lean el último despacho de Noticias Globales, merece la pena.

Y esto es sólo el comienzo. Cabría preguntarse, por ejemplo, ¿Cuánto tiempo, me temo que poco, va a pasar para que la Iglesia sea denunciada ante la Corte Penal Internacional (con sus competencias actuales es difícil, por la jurisprudencia hace maravillas) bajo la acusación de homofobia? Incluso no le demos ideas a Baltasar Garzón- Benedicto XVI debería encerrarse en El Vaticano, no vaya a ser que en alguno de sus viajes apostólicos, sea detenido, en aplicación del concepto de extraterritorialidad. ¿Absurdo? Bueno, Napoleón ya lo hizo con Pío VII y aquí seguimos. Ahora no toca enfrentarse al emperador, sino a la brown revolution, quienes, al igual que Napoleón, censuran en nombre de los derechos humanos naturalmente.

Sólo me queda por añadir que estos pobres gays cada día están más perseguidos y marginados.

Eulogio López