Una bicicleta que pasa por diferentes dueños (un niño, una joven mensajera y una anciana) sirve a Sigfrid Monleon para narrar tres historias que corresponden a las tres etapas de la vida: infancia, juventud y ancianidad. Pero los diferentes episodios no se relatan de forma lineal, sino sincrónica, es decir, en el montaje de la película se ha optado por entrelazar las tres historias

 

Su director, Sigfrid Monleón, ha justificado su interés por poner como eje del relato a una humilde bicicleta con estas declaraciones: En un mundo atenazado por el efecto invernadero y las guerras por el petróleo, los jóvenes se han puesto a la vanguardia de la reivindicación política a favor del uso de la bicicleta en la vía pública. Para ellos la bicicleta es un símbolo igualitario, un elemento de pazque no compromete los recursos de las generaciones futuras. He reproducido estas declaraciones porque considero que explican claramente lo que late dentro de este drama costumbrista. Todo el contenido de la película indica que ha sido realizada por un militante de izquierdas que no puede describir unos personajes íntegros que no sean sindicalistas, reivindicativos o libertarios (Pilar Bardem incluso se permite brindar por la República) En el fondo, una descripción del mundo algo sesgada y no demasiado comprensible para todo aquel que crea en asuntos más trascendentes que la ecología.

 

Para: Los que les vayan los relatos antiglobalización.