Wojtyla ha sido un Papa santo y sabio, y en ninguna de esas dos facetas ha podido ser entendido por el ambiente dominante, hambriento de sabiduría y ayuno de santidad. Da pena, brama ese ambiente dominante (también conocido como atmósfera agobiante), cuando Juan Pablo II no le ha provocado lástima jamás, por la razón ya expresada por Vito Corleone: No odies a tu enemigo o no podrás juzgarlo.

Pero quien dice que va a llover acaba ineludiblemente por tener razón. En este caso les ha costado hacer realidad su pronóstico, porque esas mentes tan solidarias llevan desde 1998 pidiendo la dimisión de Juan Pablo II por motivos de salud. Mientras, el polaco ha seguido viajando, escribiendo o dictando, celebrando la Eucaristía (sin duda su actividad más relevante) y, cuando no ha podido ni articular palabra, nos ha regalado el ejemplo últim el sentido cristiano del dolor, que no es más que el único sentido que el hombre puede darle al dolor y a la impotencia. A los ojos de Cristo, los ancianos y enfermos son más productivos y útiles par mejorar la humanidad que ningún otro elemento. 

Lo he dicho muchas veces, España necesita de la Argentina y Europa necesita de América. América es una tierra joven, por ello, capaz de todas las violencias pero también de pensar con lógica, no con interés; capaz de comprometerse, no sólo de pactar, formada por ciudadanos, no por inversores, deseosa de crear. No sólo de permanecer.

Digo esto porque estoy leyendo el libro Sobrevivientes y recién llegados, de Hilaire Belloc, que sólo he encontrado en la editorial argentina Pórtico. El libro viene precedido, y este ha sido el mejor de mis descubrimientos, del profesor Aníbal DAngelo. Sinceramente, hacía mucho tiempo que no leía una descripción tan lúcida de este cambio de siglo y de milenio. Cien páginas sin desperdicio que me temo no encontraré en Europa. Pues bien, aunque el libro fue publicado hace un año, no me resisto a repetir sus últimas palabras, cuya actualidad es evidente. Ahí van: Tal como aparece la cuestión en estos últimos años del siglo XX o primeros del XXI, la Iglesia  afrontará, en el próximo pontificado, esta alternativa excluyente: o reacciona y se purga de los elementos que dentro de ella intentan convertirla en una secta  dentro de una religión sin nombre, aun pagando el precio de una ancha reducción numérica, o persiste en este lento desgranamiento de sus principios, de su moral y de su culto hasta perder por completo su identidad. No quedan alternativas triunfalistas, como no sea la intervención directa de la Providencia. Y ha de prepararse el ánimo para lo peor, que quizás sea lo mejor. Así Dios nos salve en esta hora trágica que Belloc vaticinó

¿Fue consciente Juan Pablo II de esta disyuntiva, de esta sensación tan extendida de que después de este papa comienza el baile? Yo creo que sí, pero como tantas cosas que son verdad no puedo demostrarlas. Ese tipo de cosas sólo se hablan con Dios.

Lo que está claro es que nada volverá a ser como antes, porque, como recuerda Belloc, el modernismo no es una herejía, sino la culminación de todas las herejías, el momento de la gran batalla entre la Iglesia y la nada. Sí, la nada, ¿o de qué otra cosa piensan que estamos hablando?

Eulogio López