Sr. Director:
Afortunadamente pertenecemos a un país democrático y tenemos opción a poder participar en cuantas elecciones se convoquen. 

Entra dentro de nuestros derechos y obligaciones, como ciudadanos que forman parte de las estructuras en que está organizado el Estado español. Si perteneciéramos a un régimen de corte dictatorial, simplemente se nos ignoraría.

¿Por qué entonces tanta resistencia en muchos españoles para ejercer el derecho al voto

Si nos interesa el progreso de nuestro país tendríamos que saber distinguir, inteligentemente, las opciones que los distintos partidos ofrecen a los ciudadanos, observando lo positivo y lo negativo para poder "castigar" o "premiar" sus programas, votando en consecuencia.

El refranero español, tan sabio, nos proporciona dichos acertados que podemos aplicar a los comportamientos de personas individuales o de partidos o de sindicatos. Se me ocurre citar, por ejemplo: "Obras son amores y no buenas razones".

De buenas razones  estamos ya bastante saturados, pero en los hechos, en las obras, el amor está gravemente enfermo, pero confiamos que no fallezca definitivamente, por aquello de "mientras hay vida, hay esperanza".

Comprobamos también que, el ardor guerrero que algunos ponen en sus palabras para intentar convencernos de que llegaremos a conseguir "atar a los perros con longaniza", son los mismos que en otras convocatorias nos dejaron sin longanizas. Pero no todos proceden con los mismos ardores, aunque sí se nota el esfuerzo sereno por establecer reformas que lleven a mejorar el conjunto del escenario español. Todo, por supuesto, discutible.

¿Y la corrupción Es desmoralizante, desanimante e irritante comprobar la "frescura" y "cara dura" que se ha dado en actuaciones por parte de determinadas personas que se suponen deben defender el derecho  de los demás. Otro detalle para saber acertar con nuestro voto.

Y tampoco me parece que el griterío en los mítines, las descalificaciones, muchas veces, ofensivas, sean los móviles  más aceptables para conseguir los votos.

Pero, a pesar de todo ello, con la abstencion no se consigue mejorar nada.

Inhibirse no es comprometerse.

El que se abstiene ignora las consecuencias graves que pueden originarse. No colaborar con su voto para intentar mejorar leyes que ayuden al bien común, demuestra un desinterés muy poco cívico.

No reconocer el valor de su papeleta es renunciar a su compromiso como ciudadano. Aristóteles escribía en relación a la abstención: "Cómoda indiferencia de los pueblos que se contentan con que le den los problemas resueltos".

Nota aclaratoria. Al titular de este artículo pensé indicar como causantes de la abstención a los desmoralizados, desengañados o desanimados por las circunstancias actuales. Pero luego pensé que estas situaciones son susceptibles de poder cambiar, por lo que decidí "echarle el muerto" de la abstención a los perezosos, los vagos, los "pasotas" que con su indiferencia no colaboran al mejoramiento de la sociedad.

P. T.