Para los que no estén familiarizados con el mundo del arte les podemos adelantar que el austriaco Gustav Klimt fundó la escuela de pintura conocida como la Secesión de Viena y  escandalizó al público de principios del siglo XX con sus cuadros repletos de erotismo.

 

Para narrar la vida de este amoral artista (que reconocía tener 30 hijos, resultado  de sus romances con musas y modelos), el director  Raúl Ruiz nos transporta al año 1918 cuando Gustav Klimt yace en su lecho de muerte a consecuencia de la sífilis. A través de sus visiones febriles, el espectador asiste, gracias a flash back,  a la desenfrenada vida del pintor así como a la relación que mantuvo con la misteriosa Lea de Castro.

 

Este viaje en el tiempo  resulta aburrido, pretencioso y deficiente porque se explica poco de la obra del pintor y se recrea en demasía en sus escarceos sexuales, lo que da como resultado un biopic (biografía en imágenes) desequilibrado.

 

Es una pena que un gran reparto, una atractiva puesta en escena y una plasmación fotográfica excelente (llevada a cabo por Ricardo Aronovich) no estén respaldadas  por  una historia mínimamente  interesante.

 

Para: Los que vean todos los biopic de artistas, hasta los mal realizados como éste