En 1944, amas de casa y profesores de Economía Doméstica suecos formaron el Instituto de Investigaciones del Hogar. Allí los científicos experimentaban en el laboratorio con máquinas y herramientas para la cocina, con el objetivo de desarrollar nuevos y mejores productos y mejorar las condiciones de trabajo en el hogar. En la Suecia de los años 50, el Instituto descubrió que un ama de casa de clase media caminaba al año en su cocina, mientras prepara la comida, el equivalente de la distancia entre Estocolmo y el Congo.

 

Este dato insólito, pero verídico, ha servido al cineasta noruego Bent Hammer para realizar una historia que parodia los métodos sociológicos de observación. Así, en esta película, el instituto sueco envía a un grupo de observadores a una región campesina de Noruega para vigilar el comportamiento de los varones solteros noruegos en sus cocinas. Se trata de recabar informaciones destinadas a concebir en un futuro próximo una mejor utilización del lugar y su equipamiento. Dos taciturnos solterones: el observador Folke (desde una silla de árbitro de tenis) y el viejo campesino Isak, tendrán que arreglárselas para vivir juntos en una cocina sin implicarse el uno en la vida del otro, al menos durante la seria investigación.

 

Están ante una comedia de humor inteligente que derrocha humanidad por los cuatro costados.

 

Un buen consejo: no dejen de ir a verla.

 

Una advertencia: sólo se exhibe en salas de V.O.