Lo extraño es que no haya sucedido antes. El presidente argentino, Néstor Kirchner, ha entrado en refriega directa con la Conferencia Episcopal Argentina. Y ojo, porque la Argentina no es España: allí los obispos tienen mucha más influencia que en España. El argentino no desconfía de los obispos: de quien desconfía es del Gobierno, sea éste del tinte ideológico que sea.

 

Pero lo cierto es que el montonerismo de Kirchner no podía sino chocar contra la Iglesia. Sólo que no ha sido por la política abortista del nuevo mandatario, sino por un concepto: "Reconciliación". Recientemente, los obispos de aquel país publicaron el documento "Necesitamos ser nación", en el que hablaban de eso, de reconciliación, de la necesidad de no enlodarse en el pasado: "El pasado –afirmaron- nos sigue pesando demasiado".

 

Pues bien, Kirchner, desde la provincia de Córdoba, contraataca: "No se puede construir una sociedad sin justicia y sin verdad… en nombre de la reconciliación perdonamos cualquier cosa". La polémica recuerda las palabras de Juan Pablo II: "No hay verdad sin justicia, no hay justicia sin perdón". Según Kirchner, la primera parte de la proposición papal es aceptable, pero la segunda no: podríamos llegar a perdonar cualquier cosa.

 

Kirchner, que gobierna a golpe de encuesta tendrá que calibrar ahora el efecto de su enfrentamiento con la Iglesia. A lo mejor tiene esto más consecuencias que sus soflamas contra las petroleras.