Comprometida con la causa de la estética, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (de nombre poco bello por más bien largo) acaba de dictaminar que los frescos que decoran el ábside de La Almudena (¿les suena?), obra de Kiko Argüello, son malísimas. En ellas deploran los doctos académicos "la falta de rigor y exigencia profesional".

 

Pero queridos académicos, ¿no habíamos quedado en que el canon había muerto en el arte? ¿No habíamos suprimido de la expresión artística el dogma, los principios inalterables, la objetividad acerca de lo que es bello y lo que no lo es? ¿No habíamos condenado todo juicio sobre una obra de arte al reducto de la más pura subjetividad, del mero intimismo? ¿Como es posible, entonces, que la obra de Argüello ande falta de rigor y de profesionalidad? La profesionalidad no existe, queridísimos académicos, es el recurso de los dogmáticos, de quienes pretenden exclavizar la libertad creativa de los autores. Me temo que el flujo de la caverna más reaccionaria se ha infiltrado en tan docta, aunque moderna y nada rancia, por supuesto, institución.

 

Esto recuerda la anécdota de Dalí (es tan buena que seguro que es falsa) cuando, siendo un joven inmaduro (lo seguiría siéndolo a lo largo de toda su vida), confesó al Tribunal de la Escuela de Bellas Artes que le examinaba que lamentaba no poder responder a sus preguntas, dado que estaba seguro de que no iban a entender sus respuestas.

 

Argüello responde que la ristra de ataques que está recibiendo obedece "a la obra del demonio, que quiere hacer de esta cuestión un problema universal". Estoy totalmente de acuerdo. La campaña contra Kiko Argüello no tiene nada que ver con sus pinturas, sino contra su obra evangelizadora. Lo que no puede soportar los diarios El Mundo, ABC y La Razón es el movimiento Neocatecumenal y todos sus "éxitos" a la hora de obtener conversiones. Desprestigiar a su fundador, arrastrar su nombre por el fango, es, desde que existen los demonios, mucho antes que existiera el mundo, el principal arma de Satanás contra sus enemigos: a la gente fuerte, como Argüello, no hay que enfrentársele con argumentos, hay que ridiculizarle con burlas. El ridículo, el escarnio, es el arma del diablo. Para ello, Satán se aprovecha de todos los que odian a Cristo, especialmente de la quinta columna insertada en determinados medios de comunicación, de los celos profesionales (feroces en el mundo de los académicos y de los artistas) y de un grupo de ingenuos, tontos útiles, cristianos sinceros pero bobalicones, que entran al trapo que le tiende la quinta columna.

 

Como cristiano no puedo utilizar la vida privada de los periodistas y ‘opinadores' que están dirigiendo la campaña, y es una pena, porque la verdad quedaría así al desnudo, a los ojos de todos, incontestable.

 

Es igual, volvamos a la Academia. Ya lo dijo Chesterton (hoy sale por todos los lados): sólo hay dos tipos de personas, los dogmáticos que saben que lo son y los dogmáticos que no saben que lo son. Ahora, la Academia de Bellas Artes se nos vuelve dogmática, porque lo que toca es balear a Argüello

 

Observen, además, cómo todo linchamiento que se proponga el ridículo de la víctima siempre incurre en las mismas contradicciones. Por ejemplo, los académicos no han sido tan burdos como el diario El Mundo, porque saben más que los chiflados de Pedro José: no insisten en el asunto del plagio. Saben que el arte bizantino se enorgullecía del plagio, porque la obra de arte no se hace, como en Occidente, para lucimiento del artista, sino para evangelizar. Por eso, además, los orientales se enorgullecían de la obra colectiva, cosa que un artista europeo no aceptaría jamás. Saben, además, que el arte bizantino se caracteriza, a ojos de un occidental, por "ser siempre el mismo", con su hieratismo, que a algunos les resulta impresionante y a otros, como al que suscribe, anodinos.

 

La muy Real Academia habla de profesionalidad y falta de rigor. Es decir, que el rigor existe, que puede decirse que una obra de arte es mala y otra buena, que una es rigurosa y la otra frívola. Es decir, que con tal de masacrar a Argüello acaban de romper con el dogma sagrado de la modernidad: nada es verdad, ni objetivo, todo depende de la opinión personal de cada sujeto.

 

Insisto, yo, que sí creo en la objetividad, porque de otra forma no podría creer en nada, yo, que soy dogmático y sé que lo soy, digo que no me gusta la pintura de Argüello, por la sencilla razón de que no gusta el mundo del icono. Debo ser muy occidental pero un Cristo de Gregorio Hernández me llega mucho más que todo Bizancio puesto en fila. ¿Y qué? Eso sólo significa que tengo un gusto y un disgusto. Cosas mías. Por esto, no se me ocurre criticar a Argüello por falta de rigor y de profesionalidad.  

 

Y también tiene razón Argüello cuando afirma que "en la actualidad existe un tremendo vacío de arte cristiano". Es más, diríase que lo que no toleran de los frescos de Argüello es que tiene el mismo objetivo que el del arte medieval, del románico y el gótico: no son pinturas hechas para lucir la maestría de su autor: están hechas sólo para catequizar.

 

Pero Argüello no tiene un periódico cristiano que, simplemente diga la verdad, entre otras cosas porque cree que la verdad existe. Así, mientras Fe y Razón, suplemento religioso del diario La Razón, le hacía una entrevista, en el mismo  diario, páginas atrás, se holgaba con las críticas de la Academia. Lo de ABC (jueves 27) ha sido peor. El entrevistador ha manipulado las palabras de Argüello para hacerle parecer como poco menos que un telepredicador que enseña a un demonio con cuernos, rabo y tridente, mientras en las páginas titulaban: "El eje del mal, de Kiko Argüello". Pero Zarzalejos, prenda, ¿utilizas ahora lo del eje del mal contra Argüello? ¿Pero no recuerdas que eso es de Bush, a quien tanto has defendido en su aventura iraquí? Ten cuidado Zarzalejos, no te vaya a ocurrir lo de aquel que se hacía daño porque se pisaba la cara al andar, de lo grande que la tenía.

 

Se queja Argüello de "un diario", en referencia a El Mundo, quien comenzara la campaña para desacreditar a un movimiento cristiano que estaba teniendo demasiado éxito. Se queja, también, de que el objetivo final de la campaña es el cardenal Rouco, el obispo de Madrid, quien le hiciera el encargo. Y todo eso es cierto. Pero no sea ingenuo Argüello. Ese periódico está dirigido por Pedro José Ramírez, el mismo personaje que se ha convertido en el gran ideólogo de la Cadena COPE, de la mano del ínclito Federico Jiménez Losantos, cadena cuyo principal accionista es el Obispado de Madrid y la Diócesis que componen la Conferencia Episcopal Española… instituciones ambas dirigidas por Monseñor Rouco. O sea, lo que siempre le ocurre a la Iglesia en el foro público: el enemigo está dentro, y los imbéciles, alrededor.

 

Pero hay otro argumento para que Hispanidad se coloque al lado de Argüello. Decía Mercedes Milá, para justificar que se estuviera forrando con el bodrio de Gran Hermano, y ante las críticas de algunos prelados, que siempre había que estar en el punto contrario al que señala la Iglesia. Tiene toda la razón. A fin de cuentas, el espíritu Milá, a través de su hermanísimo, Lorenzo Milá, y de su clon, el nuevo director de Informativos de RTVE, Fran Llorente, controlan el nuevo discurso cultural imperante con el Zapaterismo, lo que podríamos llamar e espíritu tonti-verde. Así que yo lo mismo, sólo que al revés: bastaría con ver quién está masacrando al Camino Neocatecumenal para que yo me coloque justo al lado, sin esperar un minuto.

 

Lo diré de otro modo. Al Opus Dei, otro gran éxito apostólico, se le acusaba de estar con los ricos y poderosos. Al Camino, que se pasa todo el día revuelto entre impecunes, no se podía seguir esa táctica. Por tanto, había que ridiculizarle

 

Eulogio López