Desde el sur de Europa se oyen los rasgados de vestiduras por las palabras -un libro de conversaciones de hace cuatro años, pero es que la progresía no lee mucho- provocadas por el obispo de Bruselas-Malinas, quien calificó el sida como producto de la promiscuidad como justicia inmanente. Infocatólica lo ha reflejado con acierto.

La cosa parece bastante clara. Que la promiscuidad sexual, sobre todo la homosexualidad, que es promiscua en sí misma, provoca sida, es un hecho. Como se diría ahora, en genial y pedante reiteración, un hecho científico. También lo es que la promiscuidad heterosexual produce sífilis, gonorrea (no, no es un grupo abertzale) y otras patologías un poco cochinotas. La sífilis no es un modo de justicia inmanente del refocile contumaz, pero ningún varón o mujer -incluso gigoló o prostituta- se molesta por ello. Mas bien, lo que hacen es acudir al médico o practicar sexo seguro, que no es como lo del hecho científico. Lo segundo es una reiteración, lo segundo una contradicción in terminis.

Pero no quiero perderme: resulta que el arzobispo de Bruselas-Malinas, monseñor André-Joseph Leonard habló del sida como justicia inmanente y se ha tenido que embutir en una armadura de acero porque le han dicho de todo menos hermoso.

Tanto, que el buen monseñor se ha visto obligado a aclarar que no aludía a las personas que padecen sida, que deben ser ayudas. De hecho, cuando el sida no tenía curación, a los sidosos sólo les atendían los curas y las Misioneras de la Caridad de Teresa de Calcuta, es decir, la Iglesia, esos nauseabundos personajes que dicen lo que saben y hacen lo que dicen, razón por la cual resultan poco progresistas y mayormente deleznables.

Y esto es bello e instructivo, porque demuestra que la progresía, en su recto caminar hacia el manicomio, ya ha alcanzado el tercer estrado de demencia. Primero, le dijo a Dios que no estaba dispuesta a escuchar sus viejas normas morales (tan viejas como la humanidad, aunque se trata de una mera coincidencia). Luego le dijo al hombre, o sea, a la sociedad, que no le viniera con monsergas y que él haría lo que le viniera en gana. Ahora, tercer estado, ya en el mismo vestíbulo de las casas de chiflados acaba de determinar que la naturaleza tampoco le puede imponer sus normas. Y es ahí, naturalmente, donde la progresía se equivoca: porque ya se sabe que Dios perdona siempre, el hombre es bastante rencoroso pero acaba por olvidar, aunque sea a base de amnesia, pero la naturaleza... menuda pelandusca. Se empecina en pasar de la cosa anal al sida y no hay quien la pare: justicia inmanente y venganza inminente... de la naturaleza, no del  obispo de Bruselas-Malinas.

Quiero decirles que hemos pasado de la justicia inmanente a la tontuna inminente. En efecto, inmanente ha sido la reacción a unas palabras de sentido común. Bueno, inminente en uno de los voceros progres que se leyó el libro de monseñor Leonard, o cuando se lo leyó alguien que vertió las palabras del obispo en Internet.

Eulogio López

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