Sr. Director:

En tiempos de crisis hay que andar con mucho ojo a la hora de presupuestar. Eso lo sabemos bien las madres y lo deben tener muy en cuenta nuestros gobernantes para que las cuentas nos cuadren.

 

¿Qué pasaría si la Iglesia dejara abandonadas a tantas instituciones que gracias a ella sobreviven? Pensemos en hospitales, escuelas, centros de dependientes, Cáritas etc…?

¿Qué sucedería si las madres, pienso sobre todo en las que además son viudas con ínfimas y vergonzantes pensiones, dejáramos de dar cobijo a nuestros hijos en paro, a nuestros enfermos, a nuestros ancianos?

Es evidente que la Iglesia es una madre y como tal está actuando con corazón de madre, trabajo gratuito y desinteresado al servicio de los más débiles. Es ella la gran responsable de que ahora mismo exista una red de protección social que mantiene a flote a muchas familias en situaciones extremas debido al desempleo creciente.

Es verdad que a la Iglesia ya la financian sus fieles, a través de la aportación voluntaria del IRPF, pero cada vez es más necesario que la apoyemos porque cada vez es más grave la situación social y por tanto es más relevante que se amplíe su campo de acción.

No nos engañemos pensando que el dinero público es infinito y no es de todos, sale de cada uno de nuestros bolsillos y debe ser repartido con justicia y equidad.

Todos estamos en el mismo barco y la Iglesia y las madres han tomado las riendas allí donde son más necesarias y eficaces, con los más desprotegidos, no deben jubilarse nunca porque si no ¿adónde iremos?

Pilar Pérez