Durante la reciente batalla entre Esperanza Aguirre y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, fueron muchos los que hablaban de que Rodrigo Rato, director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), movía los hilos de la pelea, a favor de Esperanza y en contra de Alberto, gracias a sus peones de confianza en Madrid.

Lo cierto es que don Rodrigo se encuentra felicísimo en su honroso cargo, con categoría de Jefe de Estado, y que lo que ocurra en Madrid le importa bien poco. Una cosa es que Gallardón siempre le cayera gordo y otra cosa es preocuparse ahora por una batalla en la que no tiene nada que ganar.

Ahora bien, alguien se ha pasado en eso de los peones. Por ejemplo, se ha repetido que Juan José Güemes, consejero de Trabajo y Mujer del Gobierno regional madrileño, antes director general de Rato en la Vicepresidencia económica, es el instrumento utilizado por el jefe del FMI para manipular a los populares madrileños. Pero hombre, si Güemes, casado con Andrea Fabra, hija del famosísimo controlador del PP en Castellón, Carlos Fabra,  se lleva a tortas con don Rodrigo. La bronca viene, precisamente, de su paso por Economía, donde Güemes acabó ninguneado por su superior. 

El caso Güemes-Rato es representativo de un partido que ha perdido el poder y al que le quedan pocos cargos para repartir. Un partido en el que las peleas larvadas afloran porque, donde no hay harina, todo es mohína.