No comprendo esa obsesión de algunos por acusar al Gobierno Zapatero de persecución a los cristianos: nada más falso. Sin ir más lejos, el pasado lunes pude escuchar a la ministra de Sanidad, quien nos hacía participes de su preocupación por el hecho de que la Iglesia esté perdiendo tanto público por no comprometerse con la modernidad. Es más, la mejor comisionista de las multinacionales del condón, animaba a la Jerarquía católica a seguir sus principios aperturistas, guiada claro está, por su temor a un fracaso eclesial, algo que le impide conciliar el sueño cada noche.

El mismo día, su colega de Gabinete, Juan Fernando López Aguilar, responsable de Justicia, se encargaba de recordarle a la Iglesia su apadrinamiento de la rebelión franquista y de la Guerra Civil, a la que consideró una cruzada. Y claro, sentenció Juan Fernando, eso no puede ser, porque así te haces responsable, está clarísimo, de todos los muertos de la guerra, de los unos y de los otros.

Al final, mi admirado Jaime Campmany tenía razón. Este chico, el Zapatero, se ha empeñado en que su abuelo, al que fusilaron los franquistas, gane la Guerra Civil. Y el único problema es que para ganar la Guerra Civil hay que volver a jugar el partido, hay que provocar la II Guerra Civil española. Estamos en ello. Se empieza diciendo que la Iglesia debe actualizarse, se sigue defendiendo que si no se actualiza está atentando contra la democracia, y como la democracia es, propiamente, Zapatero, en persona, pues empieza el lío. ¿Quemar Iglesias? Pues no sé yo, todo es cuestión de estirar del talante. En cualquier caso, hace tiempo que se han roto las hostilidades entre socialistas y cristianos. Y entre populares y católicos (no olvidamos que diputados como el popular José María Lasalle, dicen tener alma laica, tan laica como Juan Fernando)

Veamos Juan Fernando. Claro que la Iglesia aplaudió al Régimen de Franco. Las razones las explica muy bien Luis Suárez, el Premio Nacional de Historia que está prohibido citar en ambientes progres, y que ha hecho un señor libro titulado así: Franco. Un estudio grueso calibre publicado por la editorial Ariel que les recomiendo vivamente si les interesa ese periodo de la historia de España (es bueno anunciarlo, porque no lo verán en El País, ni tan siquiera para fusilarle).

Por ejemplo, en Franco, cuenta don Luis que la Iglesia no recibió con animadversión a la II República. Antes al contrario, tanto El Vaticano como la Jerarquía española animaron a los católicos a aceptar el nuevo Régimen, entre otras cosas porque la Iglesia siempre ha predicado el respeto a los Gobernantes, sean del tinte que sea. Ya los incendios de conventos en el Madrid, en el año 31, proporcionaron una pista de por dónde caminaba el alma laica de la II República, pero los asesinatos de sacerdotes, religiosos y laicos que comenzaron a lo bestia, en Asturias, en 1934, terminaron por convencer a los indecisos. Y querido Juan Fernando ¿sabes qué? fuisteis los socialistas quienes montasteis la zapatiesta en mi pueblo. Fue el PSOE, versión Largo Caballero, quien, con el apoyo de los comunistas, teníais preparada la gran revolución proletaria en Madrid, en Barcelona y, probablemente, en Bilbao. No se atrevieron, pero ya en Asturias, los socialistas dejaron obras maestras del homicidio masivo de curas y católicos en nombre de la libertad democrática.

Y en 1936 ya fue el acabóse. Profanaciones, asesinatos, torturas, paseíllos, violaciones a cualquier sospechoso de cristianismo, a cargo, entre otros, de tus ancestros ideológicos, Juan Fernando.

Así que, mira por dónde, ni a Luis Suárez ni a este menda les sorprende que la Iglesia se marchara con Franco. No por nada, entiéndeme, simplemente para que no la aniquilarán. En mi caso, un tipejo que considera que la democracia es el peor de los sistemas posibles, con excepción de todos los demás, si hubiera vivido en 1936 y me dieran a elegir entre la democracia de la II República, que daría con mis huesos en la cárcel, o en el paredón, o en la checa, por el reaccionario delito de entrar a rezar en un templo, pues mira, seguro que me había marchado con el golpista Franco, y a lo mejor, al frente, y a lo mejor con la sana intención de derribar al muy democrático Gobierno republicano

Pero te voy decir más Juan Fernando. Fue la Iglesia la que consiguió que el Franquismo no terminara en fascismo. Lo de Franco no fue una tiranía, porque esa tiranía fue dulcificada por la Iglesia. Lo que distingue al franquismo español del fascismo italiano o del nazismo alemán fue eso precisamente: la influencia del Cristianismo en El Pardo. El propio Franco, comenta Luis Suárez, decía que no podía ser nazi porque era católico. Naturalmente: fue la Iglesia la primera en condenar el nazismo, antes de que lo hicieran los judíos o los socialistas, de cuyo mismo tronco procedían.

Suárez, más fino que uno, recuerda algo más: dice que un Régimen totalitario es aquel en el que el Estado está al servicio del partido. Un régimen autoritario, es aquel en el que los partidos están al servicio del Estado. Nadie pretende que el franquismo fuera una democracia, pero no acuses a la Iglesia de haberlo apadrinado : más bien felicita la Iglesia por haberlo desasnado, quitándole aristas, humanizándolo.

Así que Juan Fernando, si hablas de sangre y odio, no apuntes a la Iglesia: apunta hacia tus antecesores en las siglas socialistas.

Y un asunto más: deja de decir mentiras, Juan Fernando. En la misma intervención, volviste a acusar al Iglesia de tener privilegios: ¡Mientes, Juan Fernando, y tú lo sabes! La Iglesia no tiene privilegio alguno del Estado, salvo la aportación del IRPF, precisamente el único impuesto libre del que gozan los españoles.

Eulogio López