Bono promete a la familia Cisneros que el Gobierno aprobará su entrada en las televisiones españolas. Por de pronto, Cisneros y Méndez Pozo concurren para obtener una licencia de TV local, aunque en Madrid, predio del PP. La familia que hundió Galerías Preciados con el Felipismo promoverá ahora centros de la tercera edad, que construirá Río Vena, la inmobiliaria de Méndez Pozo

El acuerdo la familia venezolana Cisneros, propietarios de Venevisión y uno de los clanes más influyentes de toda Iberoamérica, para una licencia de TV en Madrid está inspirada por José Bono, gran amigo de Gustavo Cisneros y de Méndez Pozo. Bono le ha prometido a Cisneros que si se alían con Pozo, allá donde haya gobiernos socialistas, los Cisneros tendrán buenas perspectivas para obtener licencias de explotación de canales de TV en España.

A cambio, Gustavo Cisneros, uno de las principales fortunas de Iberoamérica, espléndidamente relacionada tanto con Hugo Chávez como con la familia Bush, promoverá en España residencias de la Tercera Edad que serán construidas por Río Vena, la inmobiliaria-constructora de Antonio Méndez Pozo. Lo de a cambio se dice por decir, dado que a los Cisneros no se les ha pasado por la cabeza, ni en el mejor de los sueños, ponerse a construir asilos, así que se supone que serán residencias de iniciativa -esto es, de financiación- pública y explotación aproximadamente privada.

En el entretanto, los Cisneros, deseosos de volver a España, están lanzando una campaña de presión, con el apoyo de Bono, para obtener un Premio Príncipe de Asturias, una especie de lavado de imagen de su anterior paso pro España: Felipe González les regaló Galerías Preciados,  ellos la hundieron con prontitud. Además, le han hecho perder dinero a Telefónica con acuerdos firmados con el ex presidente de la operadora, Juan Villalonga, por ejemplo en la discográfica Líderes. Un Príncipe de Asturias lavaría toda esa imagen, más bien poco blanca.

Pero para Bono el envite es de más altura. Bono está empeñado en convertirse en otro Felipe González, que se aseguró su salida del Ejecutivo vía Iberoamérica. Bono está empeñado en que los Cisneros le sean de la misma utilidad que el mexicano Carlos Slim le ha sido para Felipe González. Siempre hay que se pueda, hay que sentar un millonario a la mesa. No en vano, el mentor político de José Bono ha sido Raúl Morodo, el septuagenario socialdemócrata, defensor de los derechos de los homosexuales y el embajador que ha trenzado las cordialísimas mas relaciones entre España y Venezuela. Chávez no ha dudado en insultar a Aznar y en acercarse a Zapatero. El Gobierno español fabricará material militar para el dictador venezolano, algo que ha puesto muy nervioso al Gobierno norteamericano, como se encargó de resaltar el nuevo embajador norteamericano en Madrid, Eduardo Aguirre, que considera que el Gobierno español peca de ingenuo cuando le vende armas al financiador del nuevo indigenismo hispanoamericano y uno de los mayores enemigos de Washington, para luchar contra el terrorismo. Washington sospecha que Chávez no utilizará las armas para eso.

El Gobierno español puede pecar de ingenuo, pero Bono no. Bono sabe que Gustavo Cisneros, jefe del clan, a pesar de sus rifirrafes por el control de la televisión venezolana, se han convertido en el embajador de Chávez en la tierra del capitalismo, también en Estados Unidos, también ante la mismísima familia Bush y sus negocios petroleros. Fracasado, años atrás, su entrada en el grupo Inditex, cuando su hijo salía con la hija de Amancio Ortega algo que recordaba mucho la relación entre un hijo de Felipe González y una hija de Carlos Slim-, Bono ha buscado su expansión más allá del océano.  

Madrid sólo es el comienzo, entre otras cosas porque en Madrid manda el Partido Popular. Aún así, Bono se ha buscado un aliado de los que más le gustan al responsable de Defensa: Antonio Méndez Pozo, el constructor y editor del llamado caso de la construcción de Burgos, el hombre que no deja de repetir aquello de que él entró en la cárcel en nombre de otro, es decir, en nombre de José María Aznar. Pozo siempre ha ido considerado un hombre próximo al Partido Popular, pero está un poco cansado de la ingratitud del PP. Posee una red de televisiones locales y periódicos que se extiende por Castilla-León, Navarra y norte de España. Pero quiere más. Y no le parece que el apoyo político de Bono y el financiero de Cisneros sea una mala oportunidad.  

Por su parte, Bono sabe que si un político español quiere llegar a la Presidencia, salvo una carambola como la del 11-M, precisa ser alguien en Iberoamérica, la vía de entrada lógica para un español en el concierto internacional.  Considera que el tándem Chávez-Cisneros representa una buena puerta, una puerta excelente. A fin de cuentas, en un concurso de demagogia, es difícil saber quién ganaría: si Chávez, si Cisneros, si Bono.