Se trata de una autorregulación pero algunos echan en falta una... regulación

 

Hace falta ser o muy tonto o una asociación de consumidores para criticar a los operadores de telecomunicaciones por el acuerdo de buenas prácticas que acaban de firmar y difundir. Hasta la ínclita Pajín, en su calidad de ministra de los temas de consumo, que mira que es ministra de cosas diversas, ha felicitado a Telefónica, Ono, Vodafone, Orange y Yoigo por poner en un papel, negro sobre blanco, que van a ser más respetuosas, cuidadosas y rigurosas con las llamadas que hacen a sus clientes para venderles algo.

Y es que tiene mérito, porque esas prácticas comerciales, que son molestas, sí, incluso irritantes a veces, son legales y ajustadas a reglamento, y si los operadores las hacen es porque pueden. Y no me digan que con la que está cayendo en las cuentas de cada una de esas cinco operadoras no sería lo normal aprovechar la normativa de televenta hasta el último de sus resquicios legales, o incluso rozando los ilegales, con tal de colocar una línea más, otro plan de descuentos, otro ADSL. Y sin embargo estos operadores, miren por dónde, han hecho justo lo contrario: restringirse voluntariamente esas condiciones, precisamente para incordiar menos.

También hay quien piensa que no debería auto-regularse el sector, sino ser regulado desde arriba para que no se interrumpa, la siesta de los sábados y no molestar a los clientes.

No ha faltado quién ha visto ahí un lavado de cara para un sector tan estratégico para este país y su futuro como denostado de cara a los usuarios. Pues sí, quizá sea sólo un gesto, pero un gesto que va a redundar en el bienestar de los millones de clientes que tienen entre las cinco.

Pero déjenme contarles el detalle con más chispa del asunto. Nada más difundirse el comunicado conjunto, y seguramente notando como todas las miradas periodísticas se volvían hacia ellos, Jazztel, el único operador con cierto peso en el mercado que no firmaba el código, se apresuraba a explicar que se quedaba fuera porque el anunciado era un acuerdo de mínimos, y que ellos tenían, desde hace un año, su propio código de autorregulación, se supone que mucho más exigente y riguroso. No hagan caso. La única razón por la que no firmaron es porque querían a toda costa seguir llamando a sus clientes los sábados por la tarde. Manda narices que ahora los del secreto está en la masa se pongan a dar lecciones de moralidad, y eso sin contar con las prácticas depredadoras que utilizan para captar a cualquier cliente despistado que se cruce en su camino.

Miriam Prat

miriam@hispanidad.com