Sr. Director:
Vale, Jalogüin es una horterada poco fumable. Cargados de razón los alegatos de Mons. Héctor Aguer y de mi admirado y cercano David del Fresno.

 

Pero aquello del Dies Solis Invicti que celebraban los romanos debía también ser una mamarrachez imponente, y los cristianos, pian pianito, hicimos de ella la fiesta del nacimiento del Sol de Justicia: nuestro Señor Jesucristo, y convertimos el 25 de diciembre en Navidad.

Estando, como estamos, en situación no muy distinta a los de los primeros cristianos (los leones todavía no rondan rugiendo, pero todo se andará), ¿por qué no nos afanamos en dar sentido cristiano a esa fiesta pagana, aprovechando, de paso, la conmemoración litúrgica de Todos los Santos y de Difuntos? ¿Por qué no dejamos de estar a la defensiva, pudiendo emplear la ocasión en festejar que hay vida después de la muerte, y de paso, pasárnoslo pipa?

El director de Hispanidad es asturiano y seguro que sabe bien que los banquetes funerarios romanos continúan, con sentido muy cristiano, en los velorios de Asturias. Si la muerte es el nacimiento a la Vida verdadera, ¿qué de malo tiene festejarla?

Como en las artes marciales japonesas, es de mucha prudencia utilizar la fuerza del Enemigo en provecho propio, del Bien, en este caso, cambiándola de sentido.

José-Ramón López Créstar