El aborto no es un derecho, es una agresión, un asesinato. Esta beligerancia contra la existencia humana, se está extendiendo en Europa, Estados Unidos y los países de Hispanoamérica. 

Allí han proliferado las iniciativas en defensa de los chiquillos nonatos. Es célebre la tenaz labor de un facultativo, adalid de la guerra israelí, el especialista Eli Schussheim  (en la imagen), que desde hace casi treinta años preside la mayor institución antiabortista de su país.

Regresó a Israel proveniente de Argentina. En 1977 se enfrentó al decreto que legitimó la aplicación del aborto en Israel. Fue el iniciador de Efrat, institución que está guiando un trabajo para la protección de los bebés. Ha recuperado, en estos años, a 17.000 bebés de la masacre del aborto. Su institución persuade a las adolescentes frágiles para que no aborten. Los componentes de Efrat no titubean al tachar de "holocausto silencioso" los más de dos millones de críos abortados en Israel desde 1948, fecha de la constitución del Estado de Israel.

Por otra parte, antes de la catástrofe natural que ha arrasado Japón, era el país con el índice más elevado de inmolaciones del mundo, con más de 35.000 suicidios cada año. En el país del sol naciente, una persona se quitaba la vida cada 15 minutos. A través de Internet, los llamados "pactos de la muerte colectivos", se estaban convirtiendo en una epidemia entre los jóvenes japoneses. Dentro de un automóvil se encontraron los cadáveres de cuatro chicos y tres chicas que habían inhalado monóxido de carbono, más conocido entre los nipones como "la muerte dulce". Posteriormente, seis jóvenes acabaron con su vida, también de forma colectiva, en Fukuoka, en el extremo sureste.

"El mayor de los delitos es el suicidio, porque es el único que no tiene arrepentimiento", afirmó Alejandro Dumas.

Asimismo, el estudio de la Oficina Nacional de Control de la Drogadicción de Washington, declara que los alcaloides pueden producir daños como zozobra, melancolía, brotes psicóticos o tendencias al suicidio. En 2007, la actriz británica Emma Beck de 30 años, abortó. Se suicidó, aliviándose al dejar a sus padres una patética carta: "La vida es un infierno para mí, yo nunca debería haber abortado, habría sido una buena madre. Quiero estar con mi bebé, necesita de mí, más que nadie".

El director de cine alemán Oliver Hirschbiegel afirmó: "es importante subrayar que el suicidio es un acto morboso, decadente y cobarde". 

Vivimos en una cultura de la muerte aunque esté oculta tras el ropaje del consumo y del bienestar. Basta profundizar un poco para que esta indigencia moral se presente tal como es, con un egoísmo feroz, una violencia agresiva y el poco respeto por la vida, que es un don divino. Todo ello aliñado con los mejores ingredientes hedonistas y materialistas que nos llevan a un estado de naturaleza donde todo está permitido, donde no existe el más mínimo referente moral.

Por lo tanto, hay que contraponer una "cultura de la vida", localizada en el regazo de la familia, frente al "imperio de la muerte". "Estamos viviendo en una cultura de la muerte pero, a través del amor, se está convirtiendo en una cultura de la vida", declaró Groninger al L'Osservatore Romano.


Clemente Ferrer
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