El antiamericanismo socialista siempre está de rebajas. De las pancartas de "OTAN, de entrada, no" pasamos a un Javier Solana, secretario general de la organización militar, y a la participación en la primera parte de la guerra de Iraq en 1991 con soldaditos de reemplazo.  

A Zapatero le ocurre lo mismo. Por una parte, su firme promesa de retirar las tropas antes del 30 de junio, si en tal fecha no existe un mandato de la ONU. Por si fuera poco, la misma noche electoral, antes de aclamarle presidente, los gritos más coreados fueron "No a la guerra" y "no nos falles". No conviene olvidar tampoco que aunque Zapatero y sus acólitos se empeñen en negarlo, el triunfo socialista obedece al 11-M y a la relación causa-efecto existente en la mente de gran parte del electorado entre intervención en Iraq y atentado terrorista. 

Esa es la hipoteca socialista. Pero Zapatero sabe y el PSOE también que salir de Iraq supone apartarse de la comunidad internacional. Hasta 53 países han enviado sus tropas de pacificación, incluida Francia. Por otra parte, la actual situación de caos que atraviesa el antiguo Edén no parece la más prudente para apartar a las tropas españolas. Por último, la presión de Collin Powell y del mismo Bush son difícilmente resistibles, aunque no imposibles, como demostró el presidente mexicano Vicente Fox. Y por si fuera poco, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, el dictador Castro pide a Zapatero que arrastre a las tropas latinoamericanas desplegadas en la zona. 

Por supuesto, Zapatero no escuchará a Castro. Pero tampoco moverá a nuestras tropas. De momento, el PSOE trabaja diplomáticamente con Chile y Brasil para conseguir su apoyo a una nueva resolución en el Consejo de Seguridad. Gran Bretaña hace lo propio, y Francia y Alemania se descuentan como aliados de España. El objetivo es que la nueva resolución otorgue la responsabilidad de la administración civil a la ONU dejando en la OTAN las labores de Seguridad. 

Esta es la vía diplomática. Pero, en paralelo, se mueve la político-mediática. En su tradicional alocución radiofónica semanal, el presidente norteamericano George Bush no citó a España en su agradecimiento a las tropas internacionales. Además, ningún "pez gordo" del PSOE acudió el pasado sábado a las manifestaciones por el primer aniversario de la guerra de Iraq. No asistió el próximo Ministro de Defensa, José Bono, que, sin embargo, recordó en una entrevista que la promesa de retirada de las tropas se produjo antes del 11-M.  

Verde y con asas. Se lo traduzco: "Prometimos la retirada de las tropas porque pensamos que podríamos maximizar nuestros intereses electorales. Pero ahora las cosas son distintas. En primer lugar, porque hemos ganado las elecciones. Pero, sobre todo, porque tras los atentados del 11-M no está el horno para bollos demagógicos". La nota de color la puso Leyre Pajín, la diputada más joven del hemiciclo que sí asistió a las manifestación del sábado. Pajín es la figura que el PSOE utiliza en su interlocución con los sectores sociales más radicalizados. Ya saben, estrategia de poli bueno, poli malo. Solana a la OTAN y Pajín a la calle.

Quien no ha entendido el cambio de estrategia del PSOE es Miguel Ángel Moratinos. El ex representante de la UE en Oriente Próximo sigue repitiendo la misma canción a quien quiera escucharle: "La retirada de las tropas españolas no significaría una cesión al chantaje de los terroristas. Pensar lo contrario es un argumento falaz". Es lo malo de los políticos "convertibles", que tardan en asumir la delicada equidistancia que exige el momento. Una falta de "diplomacia" que le podría costar sus aspiraciones ministeriales.

Por lo demás, será divertido observar cómo los socialistas tratarán de vender el nuevo muñeco. Lo de "OTAN, de entrada, no" resultó muy ingenioso. Pero la política de laboratorio ha secado la creatividad. Se admiten consejos. Interesados dirigirse a la sede del PSOE en la madrileña calle de Ferraz.