Primero fue el gran Bill Gates, que aceptó censurar páginas web residenciadas en sus servidores a petición las autoridades chinas. Ahora es Google, cuyo servidor chino ya no será ofrecido desde Estados Unidos, dado que el Gobierno chino lo bloqueaba. Internet, el paraíso de la libertad para lo bueno y para lo malo- está dejándose encadenar por los tiranos de la política con tal de ampliar el negocio. En efecto, Google no conseguía operar en China por el boicot del Gobierno de Beijing. Bill Gates tampoco quiere ofender a quien se ha convertido en la cuarta potencia económica del mundo, pero que sigue restringiendo el derecho a la vida, el derecho de opinión, el derecho de información y asociación y el derecho a la libertad religiosa, sin ir más lejos. Eso sí, los chinos tienen el derecho de hacer negocios, y por tanto Occidente no hace preguntas y aplaude.

Mejor hubiera sido un Google al que los chinos residentes el país no puedan acceder triste, pero noble- que ceder a la censura de los poderosos. Porque con los dictadores, si cedes una vez, cedes cien.

Por otra parte, el régimen chino vigila y censura, también a través de los servidores, el envío de correos de ciudadanos chinos al resto del mundo (y los recibidos por esos ciudadanos, naturalmente). Así, censura el uso de Internet por parte de particulares. El Gobierno chino se ha convertido en el Gran Hermano, pero como liberaliza la economía, el Occidente libre cierra los ojos.