Sr. Director:
Con motivo de la visita del Papa a España, en Barcelona se han desatado insultos barriobajeros y críticas por parte de algunos miembros del ayuntamiento anfitrión del evento, achacándole además, los gastos que supondrá, resultando a la postre, que la visita papal va a desencadenar unos ingresos millonarios, entre reservas hoteleras, restauración y derechos en emisiones televisivas.

 

Cualquier excusa es buena para lanzarse contra el enemigo. Vamos a ser claros: la denuncia y el escándalo público abonado por los casos de pederastia, mediatizado por la prensa y otros medios informativos elevándolos a categoría de campaña de desprestigio contra la Iglesia Católica, no ha pretendido ser  tanto una preocupación por las víctimas mismas.

La prueba es que se ha pasado por alto, en los mismos medios de comunicación que han desplegado dicha campaña, la pederastia en colectivos tales como los entrenadores deportivos, y cuyo porcentaje de abusadores supera con mucho a los eclesiásticos. Al mismo tiempo, esta práctica reprobable se desliza entre la literatura y el arte de autores homosexuales sin que nadie se escandalice por ello.

En el libro "Conversaciones con un pederasta", Any Hammel-Zabin recoge la entrevista a un homosexual que abusó de más de mil niños, resultando un testimonio tan estremecedor como revulsivo. ¿Todo consiste sólo en una denuncia? ¿Qué se hace para erradicar la prostitución infantil o el turismo sexual que hace de la infancia un objetivo lucrativo y cuyos clientes son los mismos que se rasgan las vestiduras ante las violaciones de los derechos de la infancia y los desmanes ajenos, sobre todo los que provienen de miembros de la Iglesia?

Eva N Ferraz