• La concentración administrativa que plantea el MUS sólo tiene un objetivo: ocultar, al impedir el contraste, los fallos de los inspectores.
  • Es lo que ocurrirá con el BCE: el supervisor único aparentará que nunca se equivoca: porque ¿quién puede proponer una alternativa mínimamente probada en la práctica
  • Sólo un aspecto positivo, al menos en España: alejar los órganos juzgadores de los sujetos a juicio reduce mucho la empatía que termina produciéndose entre ambos.
  • En cualquier caso, lo que necesitábamos no era más supervisión ni más concentrada, sino más bancos de menor tamaño... y más supervisores de menor tamaño.
  • En definitiva, tendremos un gran supervisor con grandes superpoderes para las grandes superentidades. Y los ciudadanos cada vez más pequeños.

Los fallos de la inspección de bancos nunca llevan a plantearnos -de otra forma habría que abandonarla- si el problema está en la propia inspección. Por el contrario, suelen utilizarse como justificación para aumentar y centralizar aún más dicha inspección. En concreto, cada vez que dicha actuación resulta ineficiente las Autoridades insisten en la falta de medios y, consiguientemente, piden más así como en los problemas de coordinación que les ha generado la dispersión de los poderes. En plata: que les permitían concentrar la inspección: menos supervisores y mucho más grandes.

Es lo que nos está pasando ahora con el denominado Mecanismo Único de Supervisión (MUS), cuyo reglamento Marco se  acaba de publicar, que va a servir de base para concentrar en el Banco Central Europeo (BCE) la supervisión de las entidades bancarias de gran tamaño (ya saben, las de riesgo 'sistémico').

La concentración administrativa, como la empresarial, no es nada buena, se diga lo que se diga. Al igual que la segunda intenta acabar con la competencia, que es el mecanismo que más defiende a consumidores y usuarios, la primera, la competencia entre Administraciones, es la que más libertad da a los ciudadanos. La concentración administrativa sólo tiene un objetivo: ocultar, al impedir el contraste, los fallos de lo público, de los funcionarios. Se quiera o no, el inspector de entidades financieras siempre es un funcionario.

Sin embargo, algo hay que decir en su favor después de lo ocurrido en España: sabemos que alejar los órganos juzgadores de los sujetos a juicio reduce mucho, no vamos a decir que la corrupción, pero sí la empatía que termina produciéndose entre ambos. Porque si algo ha habido en nuestro país es mucha empatía entre las entidades y el Banco de España. Tanta que la patronal bancaria casi no era necesaria porque para realizar sus funciones ya estaba este último.

En cualquier caso, lo que necesitábamos no era más supervisión ni más concentrada, tanto como más entidades y de menor tamaño y más supervisores, de tal modo que las actuaciones de unos sirvan de contrapeso o de contraste a las de otros. El supervisor único aparentará que nunca se equivoca: porque ¿quién puede proponer una alternativa mínimamente probada en la práctica La entidad que preside Mario Draghi (en la imagen) es la gran culpable con su política monetaria de la crisis pero sigue gozando de un gran predicamento porque no hay otra moneda de referencia que nos pueda hacer visualizar fácilmente los errores que ha cometido.

Las funciones del MUS no serán asumidas, según ha manifestado el BCE, hasta noviembre de este año. En el entreacto, se diga lo que se diga, se va a producir un vacío supervisor. Ya saben: la indefinición administrativa característica. Nadie va a decir nada a unas entidades que en breve dependerán de un nuevo supervisor y el nuevo tampoco porque está aterrizando y, además, su tiempo no ha comenzado aún. Esto en cualquier caso, es lo de menos. Lo de más, ya lo hemos comentado, un gran supervisor con grandes superpoderes para las grandes superentidades. Y los ciudadanos cada vez más pequeños.

Rubén Manso

ruben@hispanidad.com