Por respeto a la ley española que ordena publicar cualquier escrito de rectificación, aunque sea falso, publicamos más abajo la carta de Antonio Alférez, responsable de prensa de la Sociedad General de Autores y Editores Españoles (SGAE).  Pero, si queremos que nuestros lectores se enteren del trasfondo de la cuestión, se hace preciso añadir un par de cosas.

Es cierto que la SGAE (único error del artículo de Hispanidad) no se dedica a cobrar derechos de autor en libros. Muy cierto.

A partir de ahí, todo es falso.

Para que se hagan una idea, la SGAE es un grupo de leguleyos que se dirige a los medios informativos para firmar un contrato. Si no lo hacen, acuden a los tribunales de inmediato. Su capacidad jurídica es, en verdad, notable, por lo que radio y televisión tratan de llegar a un acuerdo sobre este impuesto revolucionario cuanto antes. Por ejemplo, no es inhabitual que, en defensa de los sacrosantos derechos de autor de sus asociados, la SGAE esté cobrando a un canal de televisión más del 2% de su facturación total, algo que, en muchos casos, puede suponer, simplemente, todo su beneficio.

¡Ojo!, la SGAE cobra por facturación, no según el uso que, pongamos la emisora o el canal de televisión, realiza de los autores afiliados a este organismo.

La SGAE no tiene un sistema de edición de las veces que las canciones de sus autores (por decir algo) aparecen en una emisora: simplemente cobra por facturación total, aparezcan más o menos.

Pero lo malo es que no sólo existe la SGAE. Existen otro montón de "sacrificados" defensores de los derechos de autor. Por ejemplo, existe el AISGE, dedicado a la defensa de autores y actores de obras audiovisuales que viene a exigir un impuesto revolucionario (perdón, una cuota) de aproximadamente el 1,4% de la facturación.

Y hay más, por ejemplo, la Asociación Fonográfica y Videográfica Española (AFYVE), liderada por Antonio Guisasola, quien fuera redactor del proyecto de Ley de Propiedad Intelectual, un gran favor para todos estos cobradores de "impuestos de autor" y que luego decidió poner en práctica su ley antes de que fuera promulgada, porque se cobra más en la acendrada defensa de los derechos de autor que en el Ministerio de Cultura.

Más lógico es el planteamiento de AGEVI, la asociación que defiende los derechos de autor en vídeos musicales y que cobra según el video musical que se emita y según la audiencia media a quien se emite.

Por cierto, muchas veces cuando una emisora o un canal de televisión paga derechos de autor a la SGAE, ya lo ha pagado a quien realmente tiene los derechos de obra. Por ejemplo, los derechos sobre películas no suelen estar en manos de tan "benéficas" asociaciones, sino en manos de productoras y distribuidores especializadas en la materia. Es decir, que el medio paga dos veces: al propietario real de los derechos y al propietario intelectual-mercantil del derecho genérico.

No es de extrañar que medios informativos (y hoteleros, y otras asociaciones o empresas) exijan un pago de ventanilla única: si les expolian, que al menos les expolien una sola vez.

Pues bien, con Gedeprensa y los resúmenes de prensa está ocurriendo exactamente lo que contábamos el jueves 25: los grandes editores, hartos de pagar a esta especie de pozo sin fondo que son "las SGAE", han decidido crear ellas su propia "SGAE", a pesar de que la prensa es una obra colectiva y, por tanto, buena parte de lo que los Polanco, Bergareche, Castellanos y compañía quieren cobrar es algo sobre lo que no poseen la autoría correspondiente.

Este monumental negocio de los derechos de autor, nació, precisamente, en la SGAE, con el ínclito Agustín González, quien también emigró: en la SGAE no pagan mal, pero en el despacho de abogados de Uría y Menéndez pagan mucho mejor. Y allí, desde Uría y Menéndez, el amigo González decidió poner en marcha el mecanismo de Gedeprensa. Otra SGAE, sólo que en este caso para fastidiar a los resúmenes de prensa y, si se tercia, al periodismo independiente que medra en Internet. 

Volviendo a la carta de Antonio Alférez, una auditoría sólo revela (cuando lo revela) la aplicación correcta de una técnica contable, y lo mismo puede decirse de las normas de calidad ISO. En cuanto a afirmar que el Ministerio de Cultura controla a la SGAE, bueno, sería tanto como decir que las gallinas controlan los desmanes de la zorra.

Insistimos: bajo el sagrado nombre de los derechos de autor, se esconde el cobro, eso sí, muy legal, de un impuesto revolucionario tan injusto que parece una llamada a la piratería en todas sus formas: cine, libros, discos, películas, etc. Pero es que, además, con Gedeprensa, hay un segundo peligro mucho más grave. Crear un embudo por el que circule toda la información: el embudo de los grandes editores. Por ahí se llega al pensamiento único. Internet se encargará de hacerles fracasar.