La historia de las negociaciones entre la dirección de Iberia y el sindicato de pilotos SEPLA para evitar la huelga que comenzara a las 0:00 horas de lunes 10 es la siguiente: los pilotos afirman que van a la huelga porque la puesta en marcha de la línea de bajo costo Catair pone en peligro sus puestos de trabajo. Por tanto, convocan huelga y afirman que no se volverán atrás si la empresa no les asegura la continuidad en el puesto de trabajo más una revisión salarial anual del IPC más dos puntos.

La dirección responde que no puede asegurar esa revisión pero sí el mantenimiento de los puestos de trabajo. Con la mediación del ministerio de Fomento, los pilotos exigen que el compromiso de mantenimiento de puestos de trabajo se haga por escrito. Así lo promete la dirección pero no por ello el SEPLA desconvoca los paros, que cuentan con la oposición del personal de tierra, más del 80% de la plantilla.

Y es que lo que hay detrás es una cuestión bien distinta. Lo que el SEPLA ha planteado a Iberia es que quiere el control del escalafón de los pilotos. En otras palabras, que sea el sindicato quien determine los pilotos que ingresan, cuántos y su plan de trabajo.

La dirección, por supuesto, no lo acepta. Pero la cuestión es fundamental para los pilotos porque, como dicen en la propia empresa, el puesto de piloto es aproximadamente hereditario y pasa de padres a hijos. Y el SEPLA sabe que los nuevos pilotos de Catair no van a tener ni el mismo sueldo, ni las mismas condiciones laborales y que la actual plantilla de la casa matriz tiene los años contados.