Rascar y sanear todo es empezar.

Estados Unidos vuelve a multiplicar los planes de rescate, es decir, dinero público para salvar a los especuladores de la ruina y para fomentar el consumo en lugar del empleo. La Casa Blanca fomenta el consumo y lo mismo hace el Reino Unido, y la Comisión Europea le baila el agua.

Más planes de salvamento de bancos en Estados Unidos... con dinero público. Proyectos en Europa para salvar a los fabricantes de automoción... con dinero público. Y así con todo.

Lo cual es bello e instructivo, porque nos retrotrae a una genialidad que cuenta Chesterton. El azote de la modernidad, cuenta la historia de Hudge y Gudge y Jones. Hudge es el progresista enérgico, socialista; Gudge es el conservador recalcitrante un capitalista industrial. Dicho de otro modo, Hudge es el Gran Gobierno y Gudge la Gran Empresa.

Luego está Jones, el hombre corriente en el siglo XXI, malos tiempos para la lírica, hablaríamos de que Jones es el contribuyente. Según Chesterton, Jones siempre ha deseado cosas sencillas. Por ejemplo, se ha casado por amor, ha formado su propia casita, a su medida, ha tenido hijos, está dispuesto a ser bisabuelo y su mayor aspiración no es acumular patrimonio sin fin, ni alcanzar respetabilidad, ni poder, ni pasar a la historia: se conforma con ser un héroe local.

Pero algo ha sucedido, advierte Chesterton: Hudge y Gudge han conspirado contra Jones para arrebatarle su propiedad, su independencia y su dignidad. A Chesterton, fallecido, para nuestra desgracia que no para la suya, en 1936, sólo le dio tiempo a advertir que si Jones era asesinado en la conspiración, la libertad desaparecería, porque Jones es el soporte de la libertad.

Hoy, la conspiración está muy avanzada: Hudge ha freído a impuestos a Jones -siempre por el bien de Jones, se entiende, bien plasmado en prestaciones públicas- mientras Gudge le ha explotado con salarios de subsistencia y horarios interminables, esto es, le ha robado su dinero y su tiempo -en nombre de la eficiencia económica por supuesto-, al tiempo que amablemente se prestaba a gestionar sus ahorros, administración en la que, desgraciadamente, nunca ha tenido mucha suerte, pero eso no es culpa de Gudge. Además, siempre está Hudge para echar una mano.

Conclusión, socialismo y capitalismo se han aliado para fastidiar al pueblo, aunque siempre en nombre del pueblo. El gran engaño de la modernidad es que Hudge y Gudge se presentan como dos opositores incasables (no hay más que escuchar a Zapatero y Rajoy, por ejemplo), pero lo cierto es que ambos se dan las mano. Si quieren ustedes la prueba empírica de ello, no tienen más que comprobar el hermanamiento entre la izquierda que gobierna España y la gran empresa. La foto de ZP con los banqueros o el salvamento de Sacyr realizado por los grandes y permitido por el Gobierno para ayudar a Gudge, son dos ejemplos de esta alianza anti-Jones, anti-hombre corriente. Y los planes de salvamento bancario (Hudge ayuda a Gudge, con el dinero de Jones) constituye la prueba del nueve de esta confabulación maldita en la que ha degenerado la cuestión social de la modernidad. Tanto Hudge como Gudge se han valido, principalmente, del control de ahorro de Jones en los mercados financieros, cuyo monopolio han obtenido, bajo la regla de oro: cara, yo gano; cruz, tú pierdes.

Cuando la bolsa caminaban al alza, el ahorro depositado en los fondos de pensiones por el modernísimo sistema de capitalización, apenas superaba, en el mejor de los casos, el IPC. Esto es, un verdadero desastre. Cuando la bolsa iba mal, los ahorros de Jones se iban por el sumidero y ahora que no sólo va mala la inversión colectiva, sino que los administradores (Gudge) de ese dinero han entrado en quiebra por lo que Hudge utiliza el dinero que Jones paga en impuestos, y a quien ha esquilmado su patrimonio, para resarcir a Gudge.

Y es que la nueva cuestión social es eso: defender al pequeño frente al grande, sea el grande público o privado.

¿Que cómo se llama la alianza entre Hudge y Gugde para robarle a Jones? Progresismo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com