Sr. Director:
No hace mucho presencié, en un supermercado, un hecho que me llamó la atención. Una señora un poco mayor que iba acompañada de su marido, perdió el monedero de mano con toda la documentación y bastante dinero.

 

Al llegar a la caja se dio cuenta de ello y empezó a lamentarse visiblemente. Salió a la calle para ver si podía seguir el rastro del camino que había hecho, y cuál fue su sorpresa al encontrarse con un señor también mayor que al verla, se dio cuenta de lo que le pasaba y le devolvió su monedero.

Ese señor le dijo que lo había encontrado cerca de la entrada y estaba esperando a ver si salía alguien con la cara demudada. La reacción de la mujer fue ponerse a llorar de emoción y después, de tan agradecida que estaba, le dio un beso al benefactor.

Entre las personas que se pararon a mirar la escena, había una chica joven cerca de mí que dijo en voz baja: si me la hubiera encontrado yo, me la hubiera quedado.

Me quedé un poco perpleja y le contesté: pues a mí, si hubiera perdido el monedero, también me hubiera gustado que me lo devolvieran, y este señor, no ha hecho más que hacer lo que le hubiera gustado que hicieran con él si se hubiera encontrado en esas circunstancias; además, seguro que se ha quedado con la  conciencia tranquila y la gran satisfacción de haber obrado con honradez.

Me parece importante no olvidar, que existen unos principios fundamentales de  convivencia humana, que hacen que la vida de las personas sea mucho más agradable.

Isabel Costa Espluga