Que el apellido no les confunda, Honey Baby está dirigida por el finlandés Mika Kaurismäki, hermano en la vida real del también realizador Aki Kaurismäki (muy aclamado en toda Europa gracias a su maravillosa Un hombre sin pasado) y con el que, profesionalmente, no coincide en nada. Mientras Aki es un verdadero prodigio de sensibilidad y de delicadeza, Mika es más agrio y crudo en sus films.

 

Según su director, Honey baby es la adaptación actual del mito de Orfeo y Eurídice. Los que conozcan la mitología griega saben que la historia de estos dos amantes es el relato de un amor imposible. En la película, Tom (Orfeo) es un músico fracasado, de nacionalidad norteamericana, que vaga por Europa intentando sobrellevar una fama pasada y una inspiración agotada. En su camino se entrecruza con Natacha (Eurídice) una soñadora joven rusa que se acaba de escaparse de una boda de conveniencia con un maduro pretendiente alemán. Juntos escapan y se enamoran pero su camino estará plagado de dificultades.

 

Nadie puede negar la originalidad de Kaurismäki al transformar este clásico, lleno de magia y sombras, en una road movie. Pero en esta historia de amor, el finlandés abusa de elementos escabrosos y estrambóticos, y despliega todo un recital de feísmo. Lo que sí resulta interesante es que en ese viaje de los protagonistas podemos contemplar la cara más mísera y amarga de la Rusia actual.

 

Llamativa, eso sí, la presencia en el reparto de un muy avejentado Helmut Berger (los años pasan para todos, incluso para las estrellas del celuloide) y la faceta de músico de la que hace gala el actor norteamericano Henry Thomas, el inolvidable Elliot de ET, El extraterrestre (Steven Spielberg, 1982).