Sr. Director:
No hay nadie más importante que un padre y una madre (hijos aparte).

Aunque mientras nos dura la juventud nos suenen sus recomendaciones a retórica ancestral, sería inteligente dejar que la humildad bañe el ímpetu que nos desborda hacia la vida adulta protagonizado por las hormonas, y mirarlos como el mejor regalo que Dios nos ha dado.

Hacía tiempo que no miraba portafotos en mano, expresamente, el rostro de mi padre. El maestro Alonso, de Garrucha, mi pueblo, se fue en 1977. ¡Lo que son las cosas de la vida! A punto de ver su dignidad restaurada totalmente con la Democracia, con la Libertad, y verse pronto incorporado al puesto que tuvo que abandonar por lo que todos sabemos, un infarto se lo llevó a la verdadera Vida, ésa en la que obstinados estamos en no creer porque no la tocamos, ni a ella viajamos siquiera con el IMSERSO. Siempre me fue muy duro pensar en su ausencia y antes de que esa pena, que no se puede aguantar, me volviera a hacer llorar, me ilusiono aparentando creer que el próximo puente, van a venir él y mi madre para llenar de alegría mi casa, mi vida, y no digo nada a sus nietos.

Hoy quisiera contarte muchas cosas. Pero el día es el que es, y mi corazón quiere echarte los piropos más hermosos, papá. Me enseñaste que no me cansara nunca de aprender; que siempre queda mucho, mucho por saber. Que mi proceder y el camino elegido por mí, siempre estuviese inspirado por la honestidad, en el respeto a los demás. Que no solamente el hombre ha de luchar y afanarse por él y por su familia, también ha de emplearse en un plus en beneficio de la sociedad a la que pertenecemos, porque todos debemos producir por aquellos a los que la vida les ha puesto piedras enormes en su camino y, entre todos tenemos que ponerles salva-obstáculos que les permitan, con un trabajo (si pueden hacerlo) o con una pensión, vivir sintiéndose respetados por el resto de ella y considerados igual de dignos.

No sé papá. Lo que el pueblo llano, el obrero, trabajador, percibe ahora es que algunos políticos, precisamente los que están y/o han estado más en primera fila, han ejercido más bien de encantadores de ratones, cual flautista de Hamelín, para llevarse sus votos. Pero lo peor es que se han olvidado de aquello que me ensañaste a mí y a mis hermanos, porque el PSOE te lo había enseñado y en tus convicciones estuvo siempre clarísimo: que el dinero del pueblo es sagrado, que hay que guardarlo como al Señor en el Santísimo Sagrario, y desde ahí, con gran sentido del deber y de la responsabilidad, por tanto, distribuirlo justamente, con una buena administración ¡Ay, papá! Qué buenas lecciones les podrías dar ahora a tantos. Y la mamá, y la abuela. Recuerdo aquello de "lo primero es antes", entre otras cosas, para empezar a gastar, digo. Lo primero ¡qué razón tenías! en una buena educación que forme a mujeres y hombres libres y justos, que los sitúe en una posición óptima para competir, que vean la vida como un reto apasionante y sepan encararlo con alegría; y los abuelos, que ahora ven cómo sus escuálidas pensiones sirven para mantener a sus hijos que no tienen trabajo (imagínate, papá, qué frustración, otra vez a irnos de nuestro rincón) y a sus nietos. No sé cuándo vamos a tener residencias para ancianos y a la mujer pudiendo trabajar y dejar a sus hijos en guarderías cerca de donde mejor le fuere para compaginar sin traumas su vida familiar y laboral. Y eso que, fíjate, cuántos puestos de trabajo se crearían. Gasto útil, y necesario. O sea, de gran rédito social.

Hoy quiero decirte que si Dios me hubiese dejado elegir a mis padres, no habría sabido elegir mejor. Orgullosa estoy de mi padre por los cuatro costados y hasta lo más profundo del alma. Y bendigo a San José Obrero, al que me dirijo por todos, y por ti papá: "Nos dirigimos a ti, Oh bendito San José, nuestro protector en la tierra, como quien conoce el valor del trabajo y la respuesta a nuestro llamado. A través de tu Santa Esposa, la Inmaculada Virgen Madre de Dios, y sabiendo el amor paternal que tuviste a nuestro Señor Jesús, te pedimos nos asistas en nuestras necesidades y fortalezcas en nuestros trabajos.

Por la promesa de realizar dignamente nuestras tareas diarias, líbranos de caer en el pecado, de la avaricia, de un corazón corrupto. Se tú el solícito guardián de nuestro trabajo, nuestro defensor y fortaleza contra la injusticia y el error. Seguimos tu ejemplo y buscamos tu auxilio. Socórrenos en todos nuestros esfuerzos, para así poder obtener contigo el descanso eterno en el Cielo. Amén."

Isabel Caparrós Martínez