Los malvados la califican de pijita oficial, pero eso es sólo una maldad intolerable. Lo cierto es que la presidenta del Comunidad de Madrid, la popular Esperanza Aguirre, siempre modesta, nunca ambiciosa, acaba de colocarse del lado progre del partido : ha manifestado en los Desayunos de la TV pública, la más controlada por el POSE, donde toda pose progre es bien asumida: dice doña Esperanza que no está de acuerdo con la decisión de su partido de presentar un recurso de anticonstitucionalidad contra la ley de matrimonio gay. No ha llegado tan lejos como Gallardón, quien se mostró muy dispuesto a casar a quien hiciera falta, pero a liberal, lo que se dice a liberal, mire usted, a Espe no le gana nadie, ni dentro ni fuera del territorio nacional.

En cualquier caso, se va dibujando, con claros perfiles, el centro reformismo marianista (de Mariano Rajoy, claro).

Ejemplo. La teoría, digamos oficial: no es que nos disguste el matrimonio gay, lo que nos disgusta es el nombre, lo que recuerda aquello de no me molesta que me llamen puta, sino el retintín con que lo dicen. Quiérese decir, o eso creo, que el PP defiende los derechos de los gays, defiende esa maravillosa sexualidad homosexual, consistente en fusionar pene y recto, en pos de la diversidad aunque en contra de la higiene, pero le molesta que lo llamen matrimonio. Si lo llamaran de otra forma, naturalmente, doña Esperanza y don Mariano, y todos los centro-reformistas peperos no tendrían el menor embozo en cara a cuantas sarasas se presenten en el ayuntamiento. Es una cuestión de terminología. Y en buena lógica, piensa Esperanza, la liberalota, no se puede acudir a Constitució por una cuestión de terminología o de retintín.

Con la vida ocurre lo mismo. Ocho años de Gobierno popular no sirvieron para cambiar, ni una coma, las leyes que permiten el aborto en España, hasta los 10.000 abortos: ¡Menudo negocio! Sirvieron, eso sí, para que se popularizara la píldora del día después, promocionada, ente otros, por el compañero Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid. Es decir, que a los populares les disgusta el aborto quirúrgico, pero no el químico. En cualquier caso, no tocaron el primero y han lanzado el segundo al estrellato. Porque la píldora es aséptica, farmacológica, higiénica, mientras que el aborto quirúrgico, el de la Clínica Dator, es sanguinolento. Ninguna señora de la talla, título y abolengo de Esperanza Aguirre se permitiría mancharse las manos con tal aberración. Cuestión de retintín.

Más historias centro-reformistas: la enseñanza. Al partido Popular le importa poco la educación que reciben los españolitos en las clases, pero no están dispuestos a que los empresarios de la enseñanza se queden sin su concierto. Es el mismo concierto que chantajea a esos empresarios de la enseñanza, pero reconozcamos que un chantaje con pan resulta menos doloroso. Naturalmente el PP nunca optará por el cheque escolar, sino por los cetros concertados. Puro cetro-reformismo.

O sea que. Una de dos, o acabamos con el retintín o acabamos con el centro reformismo o acabamos con el PP y con Esperanza Aguirre, que no deja de ser otra hipótesis de trabajo.

Eulogio López