Los niños están por encima de la presunción de inocencia. Si un historiador del siglo XXII (bien entendido que lleguemos allí) se echa a la vista la frasecita probablemente asignaría el asunto a una estalinista o cualquier otro totalitario de la primera década del pasado siglo. Al final de la hemeroteca, electrónica, por supuesto, nuestro sabio vería un nombre para él desconocido, un tal Alfredo P. Rubalcaba. A continuación, el estudioso descubrirá un instrumento, llamado Pajín y, a la postre, caerá en la cuenta de que no es una cosa, sino una ministra, de nombre Leire, quien exige que a los padres no a las padras- es decir, a los varones, se les retira la patria potestad sobre sus hijos sin haber sido juzgados.  

Es el niño quien va a sufrir con la tonti-bellaquería de Pajín, al condenarle a vivir sin padre, en ese ambiente de sociedad de amazonas -las que según el mito se cortaban un pecho para mejor tensar el arco- que hemos creado. Es, en resumen, una derivada más del feminismo imperante, donde el padre y el varón son marginados porque, no nos engañemos, al final, feminismo es lesbianismo (además de cretinismo).

Pero la derecha, una vez más, se confunde. El PP, y los jueces, también los jueces pro-PSOE de JPD, aseguran que la medida propuesta por la alarmante doña Leire supondría terminar con la presunción de inocencia.

Pero hombre, si la presunción de inocencia ya murió en España con la propia Ley contra la Violencia de Género sublime barbaridad que, no lo olvidemos, aprobó con entusiasmo el Partido Popular, que se sumaba así a la orgía liberticida y destroza-familias que ha traído la norma feminista.

Por esta razón, Hispanidad ha renunciado a la campaña de publicidad (y me sabe muy mal, oiga, que, como periódico electrónico que somos, vivimos de la publicidad). Es otra campaña que alienta la guerra de sexos y la injusticia de la norma: denúnciale, mujer, échale encima toda la fuerza del Estado.

La presunción de inocencia se rompió desde el momento en que basta la palabra de la mujer (como decía una amiga, ¿Pero es que no existen mujeres cabronas?) para condenar al varón, sin juicio y sin pruebas. Basta con que una mujer denuncie a su pareja por violencia de género para que llegue la guardia civil y, sin diligencia judicial alguna, le saque de su casa y le meta en prisión. Luego vienen las juezas fe violencia de género, aliadas de las asociaciones feministas subvencionadas y le quitan sus hijos, su casa, su patrimonio y le meten en chirona. Ahora pretenden quitarle también la custodia sin sentencia.

Naturalmente, es la propia ley contra la violencia machista la que genera machismo, porque el varón, como animal herido, se revuelve contra la injusticia.     

En cualquier caso, conviene precisar lo siguiente:

Lo que se debe fomentar desde el Estado no es la ruptura familiar sino el mantenimiento de la familia, esa célula de resistencia a la opresión, la única capaz de que los hijos crezcan libres y de que el Estado sobreviva a la quiebra que se avecina.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com