¿Qué está pasando? Nos espera un futuro espléndido tras un presente puñetero. A Internet no le gusta lo grande. El imperante periodismo que no sabemos hacer o la transición imposible

 

El decimocuarto aniversario de Hispanidad (decano de la prensa electrónica independiente, nacido el 20 de marzo de 1996) coincide con el preámbulo de grandes acontecimientos. Es curioso, nadie sabe lo que va a pasar pero todo el mundo sabe que va a pasar algo. Sólo hay consenso sobre algo: la podredumbre también tiene sus límites. Es como si el traje se nos hubiera quedado pequeño y estuviéramos convencidos de que va a estallar, aunque no sepamos si por la espalda o por los sobacos. El sentimiento generalizado podría resumirse así: Esto no aguanta ni un minuto más. La mayoría lo achaca a la crisis económica, otros, quizás más sutiles, o más desconfiados, concluyen que ni tan siquiera la crisis puede explicar lo que está ocurriendo. Por lo menos, no pueden explicarlo todo ni dar la razón última del desastre. Es un miedo telúrico, miedo al miedo, a lo desconocido, acompañado de un ambiente opresivo. Si al menos conociéramos qué es lo que nos enerva.
Me encuentro a un brasileño en el ascensor. No me pregunten por qué, pero era brasileño. Al parecer tiene el diagnóstico muy claro: la naturaleza se ha rebelado contra el hombre, lo que me obliga a concluir que es un culto lector de la prensa progre, sea de la izquierda progre, El País, o de la derecha progre, El Mundo. No me parece. Se queda muy extrañado cuando le respondo que el hombre es el fertilizador de la naturaleza, no su depredador. Además, la naturaleza no piensa, una de esas evidencias que tendemos a olvidar con excesiva frecuencia.
No, la naturaleza no se ha rebelado contra el hombre, es el hombre el que se ha rebelado contra su Creador. La naturaleza lo único que hace es vengarse en la criatura. Este es el diagnóstico de lo que está ocurriendo pero si quieren conocer los detalles les responderé que no tengo la menor idea. Pregunten a los sabios, que no sé dónde puñetas se han metido. A lo mejor no sirve de nada pero nuestra ignorancia se volverá más erudita. ¿Y si aplicamos la preguntita de marras, el qué está pasando, al periodismo?
Sencillo. En estos 14 años (1996-2000) de Hispanidad se ha acentuado la grieta entre la sociedad que lee y la sociedad que ve. Este segundo grupo es uniforme, coriáceo y cada vez más numeroso: se alimenta del periodismo televisivo, donde 12 folios, una página de periódico o tres pantallazos de ordenador, componen un telediario de una hora de duración.
Luego está la sociedad que lee, colectivo proporcionalmente ínfimo -no más del 10%, seguro- que acaba de sufrir una pérdida lamentable: la prensa papel -sé que es una obviedad pero me temo que hay que repetirlo- ha muerto. Los periódicos han durado 200 años, poco más o menos, y se han resistido a morir. Al final, han protagonizado una monumental, gigantesca, descomunal quiebra global. Han llenado una etapa y, como suele ocurrir en todo cambio, los últimos diarios han sido los mejores de la historia: los más documentados, prolijos y rigurosos. Ahora les toca morir.
Se suponía que los diarios de papel sobrevivirían en Internet, se convertirían en electrónicos de la noche a la mañana, pasarían a ser puntos-com pero, al parecer, la transformación, lógico, se presenta mucho más compleja. Por una parte, los editores y periodistas de la prensa aseguran lo precitado, y lo hacen con toda razón: la prensa no está muerta porque a comienzos del siglo XXI hacemos la mejor prensa de la historia. Tienen toda la razón: lo mismo ocurrió con las últimas cuadrigas de caballos antes de la llegada del coche a motor: eran las mejores de la historia y las últimas.
Por otra parte, todas las redacciones de los diarios españoles se han convertido en redacciones electrónicas. Escriben para el papel y para la WWW. Algún cachondo lo llama sinergias. Mejor sería que los escribieran dos veces porque es como tratar de escribir un diario inglés en francés. El cambio no consiste en enseñar a los redactores a trabajar en red sino en enseñarles a emplear el lenguaje Internet, que es escrito, como el del pergamino, pero tiene sus propias reglas. Y eso no se aprende de la noche a la mañana. Al menos, a mí me ha costado mucho y no he hecho otra cosa que dar los primeros pasos.
En tercer lugar, cuando los grandes multimedia, los señores de la prensa, ensayan el paso de prensa periódica a prensa electrónica se topan con el mandamiento primero de la red de redes: Internet no admite lo grande.
Llevo 14 años -bueno, algo menos, que servidor tardó años en caerse de la burra- predicando que Internet no admite elefantes, no soporta a los grandes multimedia. El único gigante que soporta la Red es la propia Red. Bueno, acepto que lo único grande que existe en Internet son los motores de búsqueda, es decir, las herramientas, pero nunca lo serán los contenidos. Bueno, también es grande la propia Red, pero es grande porque es una Red, formada por miríadas de diminutos elementos. Internet responde al principio de que lo pequeño es hermoso.
La WWW es la rebelión de la naturaleza humana contra el pensamiento único, la consagración de la libertad y el paradigma del pluralismo.
Un canal de TV que no alcance el 10% de audiencia es un fracaso. Por el contrario, el triunfo en Internet consiste en obtener una cuota de mercado de algunas milésimas. El día en que la economía adopte el protocolo Internet, es decir, que vuelva a estar dominadas por millares de micropymes, habremos superado la crisis. Por la misma razón, la gestión empresarial de un diario electrónico no tiene nada que ver con la de un diario tradicional. El periodismo digital supone 1.000 diarios con un presupuesto de 10, frente a los 10 diarios tradicionales con un presupuesto de 1.000. El País no puede convertirse en elpaís.es; en todo caso, debería convertirse en 100 países.es. Por eso la metamorfosis termina en desastre.
Sabemos que la prensa ha muerto pero no sabemos hacer prensa electrónica. Por eso estamos tan confundidos y, como todo el mundo en todos los ámbitos, nos preguntamos: ¿qué puñetas está pasando? Eso significa que tanto el periodismo como la humanidad están abocados a lo mismo: primero estrujamiento, luego  renacimiento. Nos espera un futuro espléndido tras un presente puñetero. ¿Qué más se puede pedir? Y el único consejo válido, es el que proporcionara Juan Pablo II, el hombre que introdujo a la humanidad en el siglo XXI: No tengáis miedo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com