Modernidad y moda comienzan por la misma letra: por algo será. Lo mismo ocurre con moderación y mediocridad, y las implicaciones de esta segunda similitud no quiero ni sospecharlas. En cualquier caso, lo cierto es que las modas son un ídolo tiránico (una reiteración, sin duda, eso de ídolo y tiránico), al que hay ofrecerles sacrificios humanos (de humana inteligencia queremos decir) para saciar su voracidad. Sea como fuere, lo cierto es que la moda ha dictaminado que un periódico electrónico, y por extensión toda la Red, debe ser forma antes que fondo. Y la tiranía del diseño ha decidido, sin ofrecer razones ni motivos, que, por decir algo, la letra más utilizada en la Internet sea la más adecuada para promocionar la industria de las lupas y para flagelo de los cortos de vista: ¡Qué le vamos a hacer!

Las modas no admiten réplicas. La generación Internet exige un diseño más "moderno", y los arúspices del futuro han decidido, por usted y por mí, que lo moderno es lo que ustedes están contemplando y no lo que ustedes podrían leer, si pulsaran el epígrafe Hemeroteca de nuestra portada. ¿Por qué? No tengo ni la menor idea. Hace 15 años el formato de los coches deportivos eran simple, aerodinámico, de línea recta y aristas pronunciadas. Hoy, esos mismos coches parecen antiguallas que repelen a la vista. Hoy, el coche deportivo, juvenil, vanguardista, tiene más curvas que mi querida y vieja carretera Oviedo-Mieres. Es igual: en materia de modas no hay lugar para la nostalgia... a no ser que la nostalgia del ayer se haya convertido en la más radiante de los futuros. Albergo la sospecha de que, en materia de modas, el progreso no existe, sino que se trata de una constante sucesión de flujos y reflujos, pero no pretendo atribuirme la autoría de tal proposición: podría ser tildado de reaccionario. 

En cualquier caso, Hispanidad nació el 20 de marzo de 1996. Así pues, ha cumplido ocho años y se aproxima ya a su número 2.000. Desde aquel día, ininterrumpidamente (bueno, al menos de lunes a viernes) nos hemos preocupado más del contenido que del envoltorio. Si finalmente nos hemos decidido a retocar nuestro atuendo, ha sido por el convencimiento de que la tiranía de la forma consiste precisamente en eso: en el rechazo instintivo de un mensaje que no sea presentado según el canon, siempre masivo, siempre fugaz, del diseño en boga. Y en este no cabe el elitismo: me temo que la mencionada presión ambiental se ejerce sobre todo el mundo: listos, tontos y mediopensionistas

Lo cual no sé si es grave, pero convendrán conmigo en que resulta algo preocupante. 

                                                                             Eulogio López