Las adolescentes chinas son raptadas para ser convertirlas en esposas de los millones de primogénitos que han sido fecundados en los últimos años en el terruño del Sol Naciente.

Las chiquillas escasean y suelen ser compradas para consolidar el linaje del hijo. Una muchacha puede valer unos 500 euros. También existen familias que compran hijos en lugar de engendrarlos. En este tenebroso mercado, los mocitos valen el doble que las niñas. UNICEF resume los raptos en unos 10.000 anualmente. Sin embargo, la Asociación China de Padres de Niños Secuestrados, estima que son secuestrados cerca de 40.000.

La estrategia de un solo hijo decretada en China en los años 80 vino a incrementar el enraizado atropello contra las hijas. Se sospecha que hay un déficit de 60 millones de chiquillas. Gran parte de los hombres compran a las adolescentes y, para ello se trasladan a Vietnam, Laos o Camboya, donde existen familias indigentes prontas para trajinar a sus propias hijas.

El inicio de todos estos desatinos parte de los años 50, después de la instauración de la República Popular China en 1949. Mao Zedong promovió una campaña para el incremento demográfico con la premisa de que una mayor población redunda en mayor entusiasmo y energía. Los chinos pasaron de 450 millones a 900 en los años 70, y en la actualidad ya superan los 1.300 millones.

En 1978, Deng Ziaoping apostó por un método que reducía el número de nacimientos a uno por familia. Decretó el uso obligatorio de anticonceptivos para los matrimonios que ya disfrutaran de un primogénito y a la castración, después del segundo hijo. Las familias suelen tener varios hijos que no reconocen legalmente, para evadir los castigos previstos. Son los designados hijos negros. Un estudio de UNICEF conjetura que en el año 2010, subsistirán 6  millones de hijos negros.

El mundo solamente se mantiene por el aliento de los niños, afirmó Talmud.

Clemente Ferrer Roselló

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