Hermann Tertsch estaba el viernes en el preestreno de La Mirada de Ouka Leele, aquella fotógrafa del movidón madrileño que, sin duda, pasará a la historia del arte.

Prima de Esperanza Aguirre, que es una familia muy moderna. Imagínense, el cuñado de doña Esperanza es Iñigo Ramírez de Haro, que para llamar la atención sobre sus inadvertidas obra dramáticas tuvo que titularlo con una blasfemia y estrenarla en un centro subvencionado por su cuñada.

Con esta divagación, quiero decir que Hermann Tertsch no procede de la derecha, precisamente. Su diario siempre fue El País, durante los años en los que trabajar en la calle Miguel Yuste suponía una inequívoca acreditación progresista.

Pero como nos ha ocurrido a otros, Tertsch comenzó a caer en las garras de Juan Pablo II, porque resultaba difícil escuchar al Papa Wjotyla y repensar la existencia.

Naturalmente, los guardianes de la progresía cebrianita comenzaron a recelar de su especialidad en política internacional. Se podía permitir, que no masacrar al Papa, pero es que lo don Hermann rozaba la admiración y es conocido el viejo aforismo progre: se puede decir de todo pero hay cosas que no se pueden decir.

La brecha abierta se agrandó y Hermann cambió El País por el ABC. No, no había cambiado El País, quien había cambiado era Tertsch o, al menos, así lo creo yo.

Ahora estaba en Telemadrid y se había convertido en un crítico del Gobierno Zapatero. Eso no podía permitirlo el Gran Wyoming quien, desde La Sexta, se dedicó a insultarle con una sus parodias, que siempre constituyen un derroche de ingenio. Observen el vídeo. Tras la emisión, Tertsch comenzó a recibir amenazas en la calle y por teléfono, por lo que anunció una demanda y días después un desconocido le golpeaba y le rompía varias costillas en una céntrica calle de Madrid. Está en el hospital.

¿Tiene la culpa el miserable de Wyoming? La culpa siempre la tiene el agresor, ciertamente, pero en mi opinión, el bufón ha colaborado. Porque lo de este miserable sobrepasa todos los niveles: su Cristofobia ya es tan vitriólica que resultaría pueril si no fuera cruel. Wyoming representa hoy la personificación de lo políticamente correcto, la del pacifismo zapatista, que, como todo pacifismo hortera, tanta violencia provoca.

Lo políticamente correcto no sólo es violento porque propicia la eliminación social de quien no se puede defender, sino porque genera violencia física. El Intermedio genera odio entre todos los palurdos que le ríen las gracias. Genera, en resumen, un ambiente, una atmósfera, en la que se propicia todo, todo lo malo: la profanación de un templo o una paliza a un periodista.

El Gran Wyoming blasfema a Dios y destroza al hombre. También le considero parcialmente responsable de los ataques contra templos y contra curas, que no se dicen pero se cometen cada día, porque las instrucciones desde los obispados son callar y perdonar. Eso sí, tan responsable es él como el señor Jaume Roures, a quien Tersch citó cuando advirtió que iba a interponer una demanda, es decir, el señor de Mediapro, el grupo mediático de José Luis Rodríguez Zapatero.

Eulogio López

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