Sr. Director:

El pasado viernes 31 de marzo escuchamos la horripilante noticia del asesinato de Tommasso Onofri, un niño italiano de 18 meses secuestrado el 2 de marzo. El móvil fue el dinero. Pero a los secuestradores la jugada no les salió bien, probablemente por los llantos del niño, deshaciéndose de él el mismo día del rapto.

Cuesta imaginar mayor crueldad que la de asesinar a un niño de esa edad, dejando a los padres con semejante dolor.

Desgraciadamente, estamos casi acostumbrados a ver noticias macabras en los medios. Pero el asesinato de un ser tan indefenso como Tommasso deja sin habla a cualquiera. Su foto -con rizos castaños y ojos azules- impresiona.

Pregunto : ¿Qué pasaría si tuviéramos que ver cada día en el telediario las caras de los fetos abortados ese día?

Y es que no hay ninguna diferencia esencial entre cada feto abortado y Tommasso. La naturaleza humana es la misma. Simplemente, la madre de Tommasso dejó que se desarrollara. Si diéramos tiempo a esos fetos, tendríamos un montón de Tommassos, a los que sería un crimen matar.

Es una aberración matar a un niño de 18 meses, igual que a un joven de 16 años, o a un anciano de 90. Algunos casos nos impresionan más. Pero acabar con una vida humana es un atropello, tenga la edad que tenga

Ese atropello parece aún mayor cuanto más indefensa es la víctima. ¿Y cabe mayor indefensión que la de los bebés no nacidos? Por no hablar de los miles y miles de embriones congelados y almacenados en las clínicas de reproducción asistida. Esos parecen impresionarnos menos. Pero no por ello carecen de la dignidad de cualquier ser humano.

La nueva Ley de Reproducción Asistida favorece seguir aumentando el número de embriones congelados, utilizarlos como materia de investigación, seleccionarlos según criterios de calidad, etc. ¿Es eso progresismo, luchar por los derechos de los más desfavorecidos?

María Helena López de Ceballos Reyna

eabaco@gmail.com