La degeneración del hombre llega, no cuando el pensamiento se traslada a la aberración, ni tan siquiera cuando la voluntad consiente en ello. La degeneración es total cuando al mal se le llama bien y al bien se le llama mal. Así de sencillo y así de preocupante.

Lo mismo ocurre con palabras y conceptos. Por ejemplo, el bien y la verdad son más importantes que la belleza pero el virus ha alcanzado su plenitud cuando se ha inoculado en los sentimientos, cuando ha pasado de la ética a la estética.

Ejemplo: hay muchas mujeres degeneradas (al menos tantas como hombres), en pensamiento y en voluntad, pero la prostitución les asquea. Puede que no les remuerda la conciencia hasta que luchen por la 'liberación de las coimas de sus proxenetas' pero lo cierto es que vender el cuerpo les repugna. Son mujeres que han desterrado el bien de sus conciencias pero continúan sintiéndolo en sus estómagos.

Pues bien, este último paso, la corrupción hasta de los sentimientos, ya se ha dado en el orden artístico durante el siglo XX. Es lo que conocemos como feísmo. Ahora se pretende dar en el orden del bien y de la verdad... y por eso Naciones Unidas y Amnistía Internacional -es decir, ellos- han lanzado una campaña en pro de la legalización de la prostitución, como años atrás -décadas la ONU, lustros AI- lanzaron una campaña mundial para legalizar el aborto y no pararán hasta convertirlo en un "derecho de la mujer", los famosos "derechos reproductivos".

Esto recuerda aquella vieja pintada -muy grosera, lo admito- de "Las putas al poder, sus hijos ya están en él", aplicado, en esta ocasión a la organización de Naciones Unidas y a Amnistía Internacional. Sólo que ahora la prostitución está a punto de convertirse en un derecho humano, eso sí, en esta ocasión no se trata de un derecho reproductivo. Algo es algo.

Pero no olviden esto: no es lo mismo legalizar que redimir.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com