Sr. Eulogio:
He leído su breve intervención sobre la homosexualidad en Hispanidad (Dejar en paz a los homosexuales, que no a la homosexualidad).

 

Y ha llamado mi atención la analogía que lleva a cabo cuando dice:

Toda esta campaña gay parte de la curiosa idea de que oponerse a la homosexualidad es marginar al homosexual, como si oponerse a la pobreza fuera marginar al pobre.

Tengo que confesarle que no puedo estar de acuerdo con usted y que dicha analogía es, cuando menos, desafortunada por las siguientes dos razones:

Es muy cómodo y fácil para la mente separar los conceptos abstractos de "homosexualidad" y "homosexual", pero debería quedar claro que eso sólo sucede en un nivel abstracto y lingüístico. La homosexualidad es un acto. Es algo que el homosexual hace, que realiza. Es la voluntad del homosexual llevada a la práctica. Hasta podríamos decir que, por el hecho de cometer actos homosexuales, lo consideramos homosexual. No es homosexual sin haber hecho nada. Si nadie cometiera actos homosexuales, la homosexualidad no existiría. Así que resulta extraño escuchar que alguien diga que se está en contra de la homosexualidad y no del homosexual, cuando la homosexualidad es lo que el homosexual está haciendo por libre voluntad. La "homosexualidad" no es un concepto abstracto que flota en el aire, que podamos separar de quien lo lleva a cabo.

Estar en contra de la homosexualidad es estar en contra del homosexual que la practica. Esa técnica de separar ambos conceptos, me parece, es una forma de sentirse menos culpable y de evitar reconocer que se está en contra de alguien. Una manera de curarse en salud.

La segunda razón es que la pobreza, a diferencia de la homosexualidad, no es un acto. No es algo que la persona realiza o lleva a cabo. La pobreza es el conjunto de circunstancias en las que una persona vive su cotidianidad. En este caso se pueden separar ambos conceptos. Se puede separar a la pobreza del pobre. Tampoco es un acto voluntario estar en la pobreza (en la mayoría de los casos). De forma que las dos cosas (la homosexualidad y la pobreza) no son equivalentes.

Usted agrega:

Por lo demás, el Vaticano se está quedando sólo en la defensa del sentido común. Y el sentido común asegura que la sexualidad humana no puede parecerse a la del perro [...].

Afortunadamente el Vaticano se esta quedando solo en la defensa de "su sentido común". Su sentido de cómo deben ser las cosas. No tengo muy claro a qué se refiere con "parecerse a la de un perro", aunque me suena a algo despectivo. E intuyo que es despectivo, porque implica cosas que a usted, no al mundo, no necesariamente a otras personas: a usted y otros que piensan como usted, les resultan desagradables o corrompidas.

Hay un dicho que dice que "la realidad es aquello que, cuando dejas de creer en ello, todavía sigue ahí". Y creo que se puede aplicar en el caso de la homosexualidad. Cuando alguien deja de creer que es algo impropio deja de ser impropio. La insistencia en censurarla no es diferente a la maniática insistencia de muchos musulmanes de censurar el rostro de sus mujeres cubriéndolo con un velo. Seguramente es impropio para ellos. Pero cuando uno deja de creer que es impropio realmente deja de serlo. No hay algo "racional" que pueda defender el cubrir los rostros de las mujeres, como tampoco lo hay para combatir la homosexualidad. Eso no significa que alguien no tenga la libertad de cubrirse el rostro si considera impropio mostrarlo, o sentir repulsión por un acto homosexual. Pero nunca le dará permiso de imponer arrogantemente su particular visión de los valores a los demás, como si estos resultaran universales o leyes de la naturaleza.

Javier Garduño C.