El hoy fallecido Julián Marías es el prototipo de hombre de la postguerra (de la postguerra de la II Guerra Mundial). En 1962, cuando Jesús Polanco y Juan Luis Cebrián disfrutaban las mieles del servilismo al Régimen, Marías firmaba con otros intelectuales un documento, el primero desde que terminara la Guerra Civil, contra la falta de libertades. El discípulo de Zubiri y de Ortega nunca aceptó la dictadura.

Luego llegó la transición, los modelos ideológicos cambiaron. Se impuso la generación progre, la representada por Juan Luis Cebrián, y resultó que Julián Marías fue condenado por El País y sus medios al ostracismo. Sus artículos ya no eran bien recibidos, su militancia antifranquista y su verbo claro y pluma aún más sincera desapreció del discurso cultural imperante, y especialmente de los medios democráticos. La razón era muy simple: Julián Marías era, antes que ninguna otra cosa, católico, sin apellidos. Como diría Clive Lewis, pertenecía al mero cristianismo. Y lo que resultaba más insoportable para los polancos o cebrianes: era católico a fuer de demócrata. La ecuación que constituye el basamento de toda la progresía quedaba en el aire: o cristiano o demócrata, pero ambas cosas, nunca jamás. Y como no se le podía quitar el sombrero de demócrata ni estaba dispuesto a ocultar su sombrero de cristiano, pues, qué remedio, había que condenarle al silencio.

En cierta ocasión, veinte años atrás, acudí a su domicilio para hacerle una entrevista. Le pregunté qué es lo que más deseaba en el mundo (uno es capaz de formular preguntas así de profundas, oiga usted) y me contestó que, tras la muerte de su esposa, lo que más anhelaba era morirse. Lógico, ¿no? Para un tipo de fe, la muerte es el más esperado de los acontecimientos. Sólo quien ama la vida puede desear la muerte. La progresía ya puede descansar tranquila: Marías ha dejado de ser un incordio viviente que contradecía sus postulados y hasta sus prejuicios.

Es una gran noticia la de hoy: Marías está donde quería y Cebrián ya puede descansar tranquilo, en paz.

Eulogio López