Ha muerto la jurista Dolores Vila-Coro, autora de Huérfanos Biológicos, un libro que representa un punto de inflexión, que abrió un antes y un después en la historia de esa deshumanización conocida como la fecundación in vitro, origen del otro gran atentado contra la vida un punto por detrás del aborto por razones cuantitativas-: la utilización de embriones humanos como cobayas de laboratorio.

Una tragedia del siglo XXI, permanente, por tanto, oculta a los ojos de quienes no quieran complicarse la vida. En España, todo un detalle, en esa tarea han colaborado tanto el PP, que la comenzó, con la ministra Ana Pastor, como el PSOE, que lo llevó a la locura homicida de las leyes de Investigación Biomédica y de la Reforma de la FIV, las dos leyes de la entonces ministra de Sanidad, Elena Salgado, que convirtió la Régimen zapatista en algo más nazi que el nazismo.     

Contra todo esto luchó Vila-Coro. Su libro habla, entre otras cosas, del primer bebé-probeta. Una mujer norteamericana- que se inseminó con semen de un donante anónimo. Cumplida la mayoría de edad, la niña nacida de tan probética relación llevó a su madre a los tribunales para saber quién era su padre biológico: decía sentirse como en un túnel, quería conocer la identidad de su padre. Por cierto, perdió el juicio el de los tribunales y a punto estuvo de perder el mental-, lo que demuestra, no que la FIV sea buena, sino que la justicia humana es un puro cachondeo.

Con la FIV descubrimos la clave oculta de toda la lucha por la vida, es decir, la batalla más relevante que se libra en el momento presente por la libertad del hombre. La clave secreta es esta: no existe el derecho a tener hijos; lo que existe es el derecho del niño a tener padres, padres que se aman y aman el fruto de ese amor.

Con Vila-Coro comprendimos que lo que estaba en juego era el mundo feliz, el del sexo sin concepción y la concepción sin sexo, o sea la infelicidad planetaria, lo que Clive Lewis llamó la abolición del hombre. Fue una de las primeras que alzó la mano para la denuncia, especialmente en el terreno académico.

Somos una sociedad de huérfanos biológicos. En su lecho de muerte, esta mujer grande pudo ver hecha realidad una de sus tristes profecías: en los andenes de metro, Betty la fea (horrible criatura) anuncia que da vida porque dona óvulos, a razón de 1.000 euros donación (esto no lo dice el anuncio, se lo aseguro). Así, media España decide no tener hijos y la otra fabrica embriones para tener hijos al modo de las vacas o las cerdas, de óvulos y espermatozoides ajenos. Muchos y muchas podrán mirar a ese chaval que pasa a su lado por la calle y exclamar: ese que va por ahí puede ser mi hijo. ¿A que es maravilloso?

El segundo odio al hombre que denunció Vila-Coro fue la manipulación de embriones humanos como cobayas de laboratorio. Cien imbéciles sabios, cien científicos canallas, han pregonado que si destrozamos embriones, si cosificamos al hombre, curaremos muchas enfermedades, un montón de ellas. No hemos curado nada, claro está, pero sí hemos asesinado a muchos hombres-cosa aunque, eso sí, lo hemos hecho en nombre de la ciencia.

Vila-Coro fue una mujer fiel al hombre, leal a un principio, la sacralidad de la vida humana. Al revés que otros y otras, que han ido dejando jirones de verdad por el camino, en nombre del consenso. Lo malo no es que la verdad no admite consensos, es radicalmente intolerante.

En su feminidad, comprendió que la verdad, como la persona, es una, introceable, indiscutible; vamos, fundamentalista, en tanto que fundamental; integrista en tanto que íntegra.

Era una conversa, porque en su día comprendió, a través de las investigaciones de su yerno, que nunca se puede ayudar al ser humano manipulando al ser humano. Es lo que tiene el hombre: no te puedes fiar de él pero sólo puedes confiar en su buena voluntad porque, siempre para bien, a pesar de los pesares, el hombre es libre. No puedes imponerle un credo, sólo proponerlo, y luego intentar que sea coherente con sus convicciones ante el mundo. En el caso de Vila-Coro se demuestra que la lealtad es uno de los frutos de la conversión.

La suya ha sido una existencia y una carrera bien empleadas. Los enemigos de la vida, al igual que los enemigos de la feminidad por ejemplo, las feministas- intentaron amargársela, con poco éxito. Por encima del griterío de los demagogos de la bioética, su razonamiento sobre la orfandad biológica quedará para el futuro al igual que ha quedado para el presente.

Fue un honor conocerla y tratarla. Seguiremos en contacto.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com