En el País Vasco de la Transición a la Democracia siempre se contaba el viejo chiste del periodista del diario proetarra Egin que llegaba a una calle y preguntaba:

-Bueno días, ¿ha estallado ya la bomba?

Con las barbaridades genéticas está ocurriendo algo similar. Por ejemplo, uno de los revienta-embriones (perdón, prestigiosos científicos) más mimados por El País y El Mundo es el biólogo Juan Carlos Izpisúa, el mismo que ha solicitado al Gobierno Zapatero que autorice la clonación terapéutica de seres humanos.

Y esto es muy bueno porque la ministra de Sanidad, Elena Salgado, ya ha dicho que el Gobierno, faltaría más, aprobará lo que sea necesario aprobar, con tal de que científicos y juristas aprueben la medida.

Entonces va Izpisúa, prestigioso científico donde los haya, y solicita la medida. Y va el Gobierno, y dice que concede jubiloso la tal clonación. ¿Me siguen? Y así podríamos seguir indefinidamente. Es lo que el Manual del Buen Marxista (que todo el mundo debería aprender de memoria) califica como retroalimentación.

Por cierto, que la clonación y demás salvajadas científicas están dando lugar a un montón de variantes en las disciplinas jurídicas y ética. Por ejemplo, el diario ABC, siempre civilizado, afirma que el Gobierno se equivoca (observen el pluralismo informativo del que gozamos en España), dado que la clonación terapéutica no va a ofrecer terapia alguna: si los científicos la apoyan es porque defienden la libertad de investigación. No sé si lo cogen, porque esto es profundo : es como decir que si Ben Laden dirige Al Qaeda, no es para matar a neoyorquinos o porque así Occidente se islamizará, sino porque defiende la libertad de matar o de lanzar aviones contra los rascacielos, que no deja de proporcionar imágenes muy sabrosas. 

Otrosí, el mismo serio y sesudo periódico nos informa de que la clonación terapéutica no es como el aprovechamiento de los embriones sobrantes de la fecundación in vitro, que son donados por sus progenitores con un consentimiento informado para experimentos realizados con estrictos controles éticos. Está clarísimo: es como comparar la prostitución cutre y casposa de las inmigrantes congoleñas en los arrabales de Madrid y Barcelona, con la prostitución infantil que se realiza en Tailandia, por decir algo, con adolescentes donadas por su progenitores, a redes de proxenetismo que incluso invierten en el control médico de sus asalariadas, más que nada para que el cliente no tenga queja. ¿Dónde vas a comparar?

Y esta solemne memez la defiende la prensa seria. Es decir, que la clonación humana (la terapéutica, que es peor que la reproductiva, suponiendo que alguna de las dos sea viable) es buena porque favorece la libertad de investigación, que no debe esperar ninguna cura de ella. Simplemente, el asunto puede ser divertido y rellenar muchos historiales científicos.

¡Joé con los Luca de Tena, joé con los Bergareche, joé con los Ybarra! ¡La madre que los peinó... y que no los clonó!

Eulogio López