Por lo general, el presidente de Iberdrola y de la patronal eléctrica UNESA, Íñigo de Oriol, es un personaje bien aceptado no sólo en el sector, sino en todo el mundo político y económico español. Sin embargo, su informe ante sus colegas de la patronal, especialmente sus dos grandes competidores, Endesa y Unión Fenosa, ha aumentado la tirantez entre las distintas firmas, y, sobre todo, entre las dos grandes. Para Oriol los precios de la luz en ningún caso pueden bajar, si se quiere asegurar el suministro.

 

Eso es tanto como advertir al nuevo Gobierno que Iberdrola, que ha apostado decididamente por el gas, es decir, por la producción de energía eléctrica a través del combustible menos contaminante (y el más apropiado para cumplir el Protocolo de Kyoto), debe verse compensada con una tarifa de la luz adecuada.

 

No en vano, el consejero delegado de Iberdrola, Ignacio S. Galán, ha declarado que el programa del Partido Socialista apoya la gestión de Iberdrola por el gas y contradice la política de Endesa y Fenosa, especialmente de la primera, de alternar las centrales de ciclo combinado con, por ejemplo, la quema de carbón.

 

Naturalmente, Endesa y Fenosa no se cruzan de brazos. La empresa que preside Manuel Pizarro insiste en que si se cumple el Protocolo de Kyoto en las actuales circunstancias (dicho de otra manera, si el Gobierno español no solicita prórrogas o no ayuda a financiar los derechos de contaminación), el suministro no estará garantizado o la economía española podría haber estrangulado su crecimiento.

 

La batalla es a muerte. Así, por ejemplo, Iberdrola recuerda que el beneficio antes de impuestos declarado por su competidora Endesa durante el primer trimestre del año es de 424 millones de euros, un 18% más que durante el mismo periodo de 2003. Sin embargo, Iberdrola recuerda que Endesa recibió 223 millones de euros de subvención con cargo a los Costes de Transición a la Competencia (CTC) y a través de la prima del carbón y los costes extrapeninsulares (el coste de llevar la energía a las Islas Baleares y Canarias, ambas surtidas por Endesa). En otras palabras, el mensaje que lanza Iberdrola es que las subvenciones están distorsionando el mercado.

 

Pero Endesa no se queda atrás. Consciente de que las promesas electorales del actual Gobierno, en principio entusiasmado por el Protocolo de Kyoto, corren en su contra, la primera eléctrica española está haciendo hincapié, en esta particular guerra de comunicación para ganarse a la opinión pública, en dos puntos: con Kyoto la energía será más cara, siendo que la tarifa eléctrica española ya supera la media continental, y que el gas puede no resultar tan ecológico como parece. Por ejemplo, se recuerda que la licuefacción y regasificación del gas son operaciones, no sólo contaminantes,  sino incluso peligrosas.

 

Casualmente, corren por la City financiera, así como por las páginas de los diarios, las opiniones y los cálculos tanto de Endesa como de Iberdrola.

 

De hecho, ya no pueden decir mucho más. Ahora le toca el turno al Gobierno.