Lo primero que conviene recordar es que un empresario es aquel que produce algo para la sociedad (lo haga bien o mal), mientras que un financiero sólo es el que compra y vende.

Confundimos ambas cuestiones porque tenemos lavado el cerebro por los mercados financieros y la bolsa, una actividad por lo general parásita de la economía real pero omnipresente y dotada de un gran glamour.

Y por eso mismo, cuando hablamos de la necesidad imperiosa de no dejar caer a Grecia no estamos corriendo en ayuda del débil. Yo diría que, como Julio César, lo que hacemos es correr presurosos en socorro del vencedor.

A ver si nos entendemos: estamos hablando, no de salvar a Grecia ni a los griegos, sino a los  tenedores de deuda griega, que bien pueden estar en Wall Street, y a los irresponsables políticos griegos que emitieron deuda sin ton ni son, como un ama de casa que se gasta el dinero de la compra en una máquina tragaperras. A ese ama de casa no se le ayuda con otra tragaperras que reparta más premios que la anterior, sino prohibiéndole el acceso a dónde no debe o retirándole el dinero antes de que lo utilice donde no debe.

Y, naturalmente, lo que le conviene a España (y a Irlanda y a Portugal) no es que Grecia no caiga, sino justo lo contrario. Ayudando a Grecia los especuladores saben que también Portugal, Irlanda o España serán ayudadas, de la misma forma que los bancos de Wall Street fueron ayudados por Obama y ahora se encabritan cuando el presidente norteamericano pretende cortarles las alas. ¡Guay de crear precedentes! 

No, hay que dejar caer a Grecia, es decir, a los políticos griegos y a los especuladores de la deuda griega. No hay que ayudar a las finanzas griegas sino a la economía griega: ayudas directas a Grecia por parte del resto de los países miembros de la UE.

Y esa sería la mejor oportunidad para recuperar el espíritu fundacional de la Unión Europea que, a lo algo de 60 años, ha consistido en que los países ricos ofrecieran fondos a los más ricos, no en que compraran su deuda para poder seguir aumentando la burbuja especulativa. Los FEDER, los fondos de cohesión, que inventara el español Felipe González -la propia política agraria común (PAC) -aunque luego se desvirtuara- y, antes que nada, el presupuesto común- eran instrumentos para nivelar a ricos y pobres. Sin embargo, el presupuesto común pierde importancia día a día, la ayuda ha quedado reducida a la deuda financiera, es decir, a premiar a sinvergüenzas e irresponsables y, de postre, entrar en el euro ha servido para homologar precios entre Grecia y Alemania pero no ha homologado salarios.

Pongamos un ejemplo, en Polonia el salario medio está en los 400 euros, seis veces menos que en su vecina Alemania, pero los precios tienden a equipararse, y en un quinquenio el coste para el polaco de artículos de primera necesidad se ha multiplicado por dos.

Recuperar el modelo de la Unión Europea de ayudas directas, no financieras: ésta es la cuestión.

Y todo esto es perfectamente compatible con la gran mentira que denunciamos hoy por la que el dominante mundo anglosajón, especialmente Alemania y Reino Unido, pretenden machacar a España exagerando las debilidades de nuestra economía.
Eulogio López

eulogio@hispanidad.com