• El Tesoro no reduce la deuda, sólo demora 'el problema' en más tiempo.
  • Y estamos endeudando a las siguientes generaciones de españolitos que vienen al mundo.
  • Tenemos déficit primario, y mientras haya déficit seguirá creciendo la deuda.
  • Barata o cara la deuda crece y se alarga en el tiempo.
  • El tipo negativo, que comienza a abrirse paso, refleja definitivamente la desesperación, porque el mañana destruye.
  • Y la abundancia de dinero lo desvaloriza o, visto desde otro punto de vista, revaloriza el resto de los bienes.

Cada vez que el Tesoro coloca una nueva emisión de deuda nos felicitamos. Si es a un tipo más bajo, con más razón, nos felicitamos más. Si, como el pasado lunes, coloca una emisión a 50 años al 4%, por la que tendrá que pagar a lo largo de la vida de la misma dos veces en intereses lo que habrá de devolver de principal obtenido, nos congratulamos mucho. En definitiva, el Estado consigue 1.000 millones de euros y los españoles tendrán que devolver 3.000: ¡Qué negocio! La nueva directora general del Tesoro, Rosa María Sánchez-Yebra (en la imagen), puede darse (en la imagen) por satisfecha.

La verdad sea dicha es que hay algún motivo para celebrarlo: si el Estado no pudiera endeudarse todos los meses en las subastas que hace de sus títulos de deuda, presentaría suspensión de pagos. Es decir: no podría pagar sus obligaciones corrientes. Hasta ahí de acuerdo, pero sólo hasta ahí.

Ahora bien, nuestras cuentas públicas presentan lo que se denomina técnicamente un déficit primario. Es decir, la diferencia entre sus ingresos y sus gastos antes del pago de intereses es negativa, por lo que todos los años tiene que endeudarse en dicha diferencia y pagar, además, los intereses que genera la deuda en circulación. De este modo, la deuda no deja de crecer.

Podrá crecer más lentamente si los tipos de interés son más bajos que si son más altos. Si usted no puede atender sus obligaciones mensuales con sus ingresos antes de que le llegue el recibo de la hipoteca, cada vez deberá más dinero a su banco, incluso si éste no le aplica intereses de demora o le baja el que viene aplicándole. Sólo hay dos formas de que la deuda no crezca: o bien se consigue un superávit primario igual a los intereses que hay que pagar por la misma, o bien no produce intereses porque el tipo que se aplica es igual al 0% y, en este segundo caso, siempre que previamente haya obtenido un saldo primario nulo.

Y en ello estamos: en el tipo de interés cero. No otra cosa es la insistencia en que los bancos centrales occidentales den facilidades crediticias. A mayor abundancia de crédito, menor tipo de interés. Es la solución que gusta en las bolsas cuando las compañías no son capaces de generar más beneficios porque sus ventas de bienes o servicios aumentan. La abundancia de dinero lo desvaloriza o, visto desde otro punto de vista, revaloriza el resto de los bienes: las acciones, el oro, los inmuebles… pero no por eso tenemos más. Tenemos lo mismo pero mide más. Algo así como pasar del metro cuadro de diez mil centímetros cuadrados al de ocho mil cien: automáticamente mi casa tiene un 23% más de metros cuadrados aunque no notemos más espacio. Sólo hemos cambiado la unidad de medida.

Si los tipos altos reflejan desconfianza en el futuro, de ahí la exigencia de una gran recompensa por esperarlo, los tipos bajos indican confianza. El tipo cero refleja que da lo mismo el presente que el futuro. Algo así como si estuviéramos instalados en la Eternidad o en la desesperación, según se miren las cosas. Sin embargo, el tipo negativo, que comienza a abrirse paso, refleja definitivamente sólo esto último: la desesperación porque el mañana destruye.

Rubén Manso

ruben@hispanidad.com