"El prejuicio en contra de quienes experimentan atracción por el mismo sexo, está mal y necesita ser corregido. Sin embargo, abrazar el comportamiento homosexual como una condición normativa es devastador. ¿Por qué Porque traiciona el potencial heterosexual innato en cada hombre y mujer, que son preciosos en este mundo". Lo dice Richard Cohen, en su libro, que nunca dejaré de recomendar Abriendo las puertas del armario, editado en España por Libros Libres.

Es el hombre más odiado por el lobby gay. Fue homosexual y salió del infierno, que no del armario. Ahora se dedica a intentar que otros invertidos hagan lo mismo, salgan de prisión y puedan experimentar el amor humano. No sólo el amor erótico entre hombre y mujer sino el amor entre padres e hijos, entre esposos, entre hermanos, entre amigos. La homosexualidad los cortocircuita, especialmente los dos más relevantes: el amor paternal y el amor marital.

Según Cohen, y me apunto a ello, toda la filosofía del lobby gay se enraíza en una mentira mil veces repetida: Nacemos homosexuales y no podemos evitarlo. Es falso claro. Hombre y mujer nacen con una psicología masculina o femenina pegada a una fisiología igualmente sexuada. Sarasas y lesbianas no son sino una degeneración -por lo general producto del dolor de no sentirse amado- que sufre el homosexual.

Lo ocurrido en Francia, una mera copia de lo que logró nuestro gran Zapatero, es una muestra más de que "quien enmarca el debate gana el debate", proposición que también le robó al bueno de Cohen. Ya son 9 los países europeos que han regulado el homomonio, nos recuerda con entusiasmo nuestro inefable David Picazo.

El zapaterismo ha extendido el mal francés por la propia Francia. Pero, antes de que la esclavitud homosexual se desmorone -y eso es lo que ocurrirá- están ganando batallas gracias a haber conseguido enmarcar el debate, es decir, asentar una falsedad: que la gente nace homosexual y la homosexualidad no tiene salida.

Pero la homosexualidad no es irresistible, tan sólo es horrible.

Eulogio López

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