Los filantrocapitalistas se han puesto de moda. Se trata de una especie de marketing con causa, una forma hipócrita -dicen algunos- de lavar su conciencia. Comparto el criterio, aunque considero que siempre es mejor esto que nada. El bien nunca produce mal, aunque siempre haya que purificar la intención. Que la filantropía se convierta en marketing es una muestra de que hacer el bien sigue siendo visto por el mundo capitalista como un bien a imitar. Algo es algo.

Desde luego es mucho mejor la caridad que nace del impulso del amor de Dios. Resulta mucho más auténtico el amor nacido de saberse hijo de Dios y hermano del mismo Padre. Es el impulso del amor de Dios el que empuja a los cristianos a entregarse a los demás. La primera encíclica del Papa Benedicto XVI Deus caritas est- explica este necesario impulso de caridad nacido del amor de Dios.

Cuanto más contemplativos, explica el Papa, más caritativos. El impulso filantrópico nace del mismo amor de Dios dispuesto en cada alma, aunque sus autores no sean conscientes. Pero como el corazón del hombre es imperfecto y junto a la caridad está la mano derecha del orgullo, la aceptación, y el aplauso. Son los costes de la naturaleza caída. Es el caso de los filantrocapitalistas norteamericanos. No es el caso de los capitalistas españoles, que salvo honrosas excepciones- se encuentran muy alejados de esa conciencia moral que les impele a devolver a la sociedad lo que la sociedad les ha dado.

Es muy común que los profesionales norteamericanos colaboren con las universidades que les han formado. Es normal que un empresario de éxito dedique los últimos años de su vida a labores de interés social. En realidad no se trata de altruismos heroicos, sino de lo más natural de la vida humana: dedicar los esfuerzos humanos limitados a lo que de verdad vale la pena.

Es el caso de Bill Gates, el hombre más rico del mundo gracias a las ventanas con las que Ud. lee este artículo. Su compromiso con África nació de un viaje al Zaire con su mujer Melisa. Y ha sido precisamente su mujer la que ha impulsado que gran parte de su fortuna familiar sea dedicada a proyectos contra la malaria y el SIDA así como a catapultar el desarrollo socio-económico. No queremos ser una máquina de alimentar, señalaba Gates. Esta es la razón por la que la Fundación Príncipe de Asturias le ha concedido el premio a la cooperación.

Sin embargo, junto con el altruismo de Gates, se encuentran inversiones proabortistas preocupantes. Su fundación ha dedicado importantísimas cantidades de dinero a la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF en sus siglas en inglés), la ONG más promuerte del mundo, la internacional abortera por excelencia. IPPF es además, la autora intelectual de la política china de un niño por mujer que ha provocado ya millones de abortos selectivos de niñas chinas.

Además, el director ejecutivo de la Fundación Gates es Gordon Perkin, un destacado promotor de la mal llamada salud reproductiva, especialista en planificación familiar, que consiste básicamente en la promoción del aborto en los países menos desarrollados. Y esto no es contribuir al desarrollo sino cumplir escrupulosamente con la doctrina del informe Kissinger para evitar la invasión demográfica: acabemos con los pobres, no con la pobreza. Lástima de inversión filantrpocapitalista

Luis Losada Pescador